Hace un año, la enfermera María Irene Ramírez Hernández captó la atención del país al convertirse en la primera persona en ser vacunada contra el SARS-CoV-2 en México. Su inmunización fue histórica. Con ella se dio el primer paso para enfrentar al virus con prevención y no sólo desde una cama de hospital.
Jubilada desde el pasado 1º de diciembre tras cumplir 36 años de servicio, asegura que si el Covid-19 vuelve a generar una situación crítica a causa de las nuevas variantes del virus, “volvería al trabajo. ¡Por supuesto que sí, con todo gusto! Yo sigo siendo enfermera”.
Ramírez Hernández laboró como jefa de enfermeras de terapia intensiva del Hospital Rubén Leñero, de la Secretaría de Salud de la Ciudad de México, en los peores meses de la pandemia. Su inoculación, asegura, “fue un honor, una responsabilidad que enfrenté con respeto y profesionalismo”. Afirma que inmunizarse “no es sólo algo personal, es una responsabilidad social. No sabemos cuántas variantes vayan a venir, más letales o menos. Esto es un escudo”.
Pese a las fake news, las teorías conspiratorias, la presión de los antivacunas y señalamientos de que los biológicos fueron diseñados en tiempo récord y podrían no ser tan seguros, “no tuve miedo; sentí más seguridad porque de lo que se había vivido en el hospital, de las formas en que se enfermaban los pacientes, cómo terminaban (sus vidas), yo creo que no hay peor cosa”.
Ella confía plenamente en los avances de la ciencia. “No creo que hayan hecho una vacuna para lastimar nuestra salud. Confío de manera plena en las vacunas y está la muestra; yo no me enfermé, a pesar de estar conviviendo con enfermos, con pacientes graves y que en mi propia familia contrajeron el virus”.
En entrevista con La Jornada en la sede de la Secretaría de Salud capitalina, María Irene rememora aquel 24 de diciembre de 2020: “Fue un gran regalo de Navidad”. Este año ya se aplicó su tercera dosis. “No dudé, me la acabo de poner el jueves pasado, con la plena confianza y convicción que es por el bien de todos”.
Reflexiona que estar inmunizada con la primera, segunda y tercera dosis “es protección para mí y para con quienes convivo, la gente que amamos”.
Su vacuna de refuerzo fue AstraZeneca, y no tuvo temor a la inmunidad híbrida. “Si las autoridades médicas están diciendo que no hay ningún problema, que los científicos se han encargado de ver las combinaciones que se pueden hacer y dieron luz verde para esto, debemos confiar. Si ellos dijeron que es lo apropiado, vacunémonos”.
Antes de las celebraciones de fin de año, Ramírez Hernández exhorta a la prudencia, a no dejar de lado, aunque se esté vacunado, las medidas sanitarias preventivas. La enfermedad en casos complicados “es una pesadilla, es alarmante que alguien no pueda respirar”, asegura.
Recuerda que “hubo casos en que no se pudo dar apoyo ventilatorio porque los pacientes se negaron”, y para cuando los convencían, a veces era tarde. “El tiempo es crucial en la recuperación de los pulmones”, remarca.
Con orgullo, María Irene señala que con haber recibido la primera vacuna en el país arrancó en el Hospital General de México la estrategia sanitaria más ambiciosa y compleja en la historia del país.