Durante los meses previos al inicio de la vacunación, había miedo. “Sabíamos que por ser viejitos podríamos contagiarnos y morir. Fuimos testigos de muchas defunciones. Estábamos en estado de shock. Pero llegó la vacuna y todo cambió”, afirman personas de la tercera edad.
En el caso del personal de salud como conductores de ambulancias y enfermeras, entrevistados por separado, señalaron que a casi un año de su inmunización, están convencidos de que los biológicos “nos dieron seguridad, optimismo, tanto a quienes se quedaron en casa, como a los que tuvimos que salir para ayudar a otros. Las vacunas nos cambiaron la vida”.
Por su parte, Olga, María Luisa, Graciela, Leonor, Raquel y Juana, a sus más de 80 años de edad, recuerdan que disfrutaban, antes del Covid-19, de tertulias semanales. Pero el virus transformó sus vidas, y durante un año prácticamente vivieron encerradas.
“Recibí con mucha ilusión la noticia de que nos pondrían la vacuna. Me sentí un poco más libre luego de estar tan encerrada, de ni siquiera salir a la tienda. ¡Fue tremendo! Hubo quien a nuestra edad decidió salir a la calle y correr el riesgo. Fue un año completo en mi casa. Con la vacuna eso terminó. Creo que hicieron algo muy grande para nosotros los viejos, que si bien nos quedan pocos años, tenemos derecho a vivirlos con plenitud y salud”, narra Juana.
A diferencia de los ancianos, el personal de salud y de ambulancias no pudo confinarse y por el contrario, cada día enfrenta la posibilidad del contagio.
Luis maneja una ambulancia desde hace 30 años en un hospital del sector público federal. Reconoce: “sí se trabajó con miedo. Sabíamos que entrar al hospital era pisar el terreno de la muerte, pero por ética humana, compromiso y vocación de servir, lo hacíamos”.
Blanca, enfermera con 35 años de servicio en el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), afirma, por su parte, que “con o sin vacuna había que estar ahí, cuidando a los pacientes. El miedo es parte de este trabajo, no es la primera pandemia ni la última, y posiblemente no será la peor. Como enfermeras sabemos que vivimos en riesgo. Que nos vacunaran fue muy importante, nos dio un poco de tranquilidad, pero de cualquier forma hubiéramos seguido adelante”.
A todos ellos, la campaña antivacunas, las dudas por la celeridad con que se desarrollaron los biológicos y su efectividad, no los disuadió de aplicarse el antígeno.
Olga, de 84 años, afirma que la vacunación “fue un día de fiesta. Hasta me arreglé para acudir a la cita que, para mí, fue la más importante en muchos años”. Algunos reconocen que plasmaron en fotos y videos el momento de su inmunización. “Festejé con mis nietos que viven en California, mi hijo transmitió ese momento en vivo y hasta porras me echaron”, sonríe al recordar.
A unos días de recibir la dosis de refuerzo, dicen estar seguros de querer vacunarse. “Lo haremos las veces que sea necesario, porque todos queremos que esto acabe. Vacunarse es un compromiso contigo y con los demás”, asegura María Luisa.
Concuerdan en que no hay que dejar de lado las medidas de prevención, y que estas fiestas de fin de año no serán con casa llena. “Aprendimos la lección del año pasado: no queremos cuarta ola”, apunta Leonor.