De manera involuntaria, el presidente del Comité Nacional de Morena ofreció una especie de fin de temporada anual de tragicomedia política al dar a conocer, la madrugada de este jueves, las seis postulaciones a gobernar sendos estados en la siguiente reposición del espectáculo, a realizarse en 2022.
Deseoso de dar apariencia de minuciosidad demoscópica, pues un reproche generalizado de sus correligionarios se refiere a las “encuestas de opinión” como disfraz del histórico y ahora muy bien conservado “dedazo” electoral, Mario Delgado montó un divertimiento en varios tiempos que, a fin de cuentas, desembocó en lo sabido: la fuerza electoral de Morena, que en realidad es la personalísima de Andrés Manuel López Obrador, termina sirviendo a grupos de poder tradicional, a personajes saltimbanquis y, en lamentable resumen, a consolidar las formas de construcción y ejercicio de poder que sólo retóricamente se busca desplazar y sustituir.
Así como este año Morena ganó la inmensa mayoría de los cargos estatales en contienda, pero no triunfaron el ideario ni los compromisos de cambio de la autodenominada Cuarta Transformación (4T), para 2022 se plantea el mismo escenario de pragmatismo: ganar en las urnas con quien sea, como sea, para lo que sea.
Estas son las precandidaturas, a las cuales en treta simplista se ha denominado coordinaciones de comités de defensa estatal de la 4T (para que el INE no castigue precampañas): en Durango, Marina Vitela, que es la abanderada del grupo priísta encabezado por el ex gobernador Jorge Herrera Caldera, señalado por actos de corrupción y de tolerancia ante grupos violentos; en Oaxaca, el ultrapragmático (y lo que ello implica) Salomón Jara, como punto de confluencia de intereses priístas morenizados (con la oposición de Susana Harp). En Quintana Roo, María Elena Hermelinda Lezama Espinosa, abreviada como Mara Lezama, quien como presidenta municipal de Benito Juárez (Cancún) ha dado muestra de lo mal que se puede gobernar, entre beneplácito de cárteles políticos y de otro tipo; en Hidalgo, Julio Menchaca (uno de los tres senadores que son precandidatos), con más de tres décadas de priísmo, al que renunció en 2015 (Alberto Witvrun, en Vía Libre, escribió: “Julio Menchaca, nadar de muertito” https://bit.ly/3HatjJ4).
En Tamaulipas, el médico cardiólogo Américo Villarreal, hijo del ex gobernador tricolor del mismo nombre, como señuelo sin mayor experiencia política que ser senador actualmente por el partido guinda, lo cual le congracia como opción previsiblemente pasiva ante los grupos del auténtico y oscuro poder estatal, y en Aguascalientes, donde Morena tiene menores posibilidades de victoria, Nora Ruvalcaba, superdelegada federal que hizo carrera en la corriente perredista Foro Nuevo Sol, dirigida por Amalia García y Silvano Aureoles.
Así cierra 2021 y así se perfila 2022 (y no sólo en Morena: en todos los partidos). Muy poca regeneración de la clase política, reciclamientos tradicionales, influencia y financiamiento de poderes turbios, maniobras facciosas, futuros gobernantes y representantes populares anclados en las prácticas del pasado.
Durante dos semanas el autor de esta columna tomará descanso, así que el rencuentro con los lectores será el próximo lunes 10 de enero. Este tecleador desea a su audiencia que tenga felices fiestas de temporada y que el año en puerta nos permita salir adelante de tantos retos, sobre todo el pandémico (para frenar cualquier conato de polémica nada propia de la temporada: el término “audiencia” no se refiere únicamente a quienes oyen; en su acepción séptima la Real Academia Española establece que puede usarse respecto al “número de personas que reciben un mensaje a través de cualquier medio de comunicación”).
Así pues, muchas gracias a quienes a lo largo de 2021 han acompañado esta columna (que, por cierto, cumplirá 25 años de estarse publicando en su misma casa editorial). Saludos, abrazos y brindis virtuales. ¡Hasta el próximo 10 de enero!
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