Presentación de la entrevista del escritor Mauricio Carrera con Joan Didion (1934-2021), publicada en La Jornada Semanal el 24 de mayo de 1998. La entrevista completa se puede consultar en la siguiente liga https://www.jornada.com.mx/1998/05/24/sem-mauricio.html
“Nadie camina en Los Ángeles’’, dice el refrán. Con Play It As It Lays, la novela clásica del freeway, donde la protagonista no baja nunca de su Corvette, Joan Didion se consagró como el epítome de la escritora angelina. Más tarde incursionó en el reportaje y construyó una imagen de América Latina que hizo de A Book of Common Prayer la Biblia de los años 70.
Tiene algo de personaje alcohólico o enfermo; hay algo crudo y complicado en ella; una voz como de muchas cajetillas diarias; una cierta palidez y un ligero temblor; un descreimiento básico del mundo, una desesperanza precoz y ahora senil, una fragilidad de ave, un desfallecer agónico, un aire deprimido, y de cuando en cuando, algo cercano a la sonrisa. Hay quien la ha comparado con un gorrión. Un gorrión con el ala rota. Pero un gorrión diferente: “con una navaja de rasurar en el pico’’. Es Joan Didion. Ave dedicada al dexedrine y a la ginebra, así como al cine, el periodismo, la literatura.
La escritora al borde de un ataque de nervios. La autora de Run River (1963), su primera novela, y la que nunca dejó de llorar el día de su boda con John Gregory Dunne; la que escribió After Henry y Democracy y sobre la que el New York Magazine preguntaba: “¿No hay nada que se pueda hacer para animar a esta mujer?’’; la misma que en 1968 recibía el título de Mujer del Año en los momentos en que ingresaba a una clínica siquiátrica para tratar lo que quedó definido como una personalidad en proceso de deterioro. Los personajes de sus novelas son como ella misma: al borde del precipicio. Lo ha dicho en una reciente entrevista: “No me gustan las novelas cotidianas. Usted sabe: en las que los personajes atraviesan una calle platicando. A veces nos descansa leerlas, pero no sé cómo alguien es capaz de escribirlas.’’
Escritora, periodista, guionista de cine; en su obra, el sueño estadunidense está igualmente al filo de la navaja. Joan Didion no se conforma con lo superficial. “Cuando veo un árbol, lo veo como un árbol dañado y quiero saber quién lo dañó”. Para ella, Estados Unidos no es exactamente el paraíso, sino lo camp, las bambalinas hollywoodenses, la contracultura, Vietnam, las convenciones partidistas y el involucramiento estadunidense en los asuntos internos de otros países. En sus libros hay traficantes de armas, corrupción, conspiraciones. También políticas hipócritas y un pueblo que no se da cuenta de lo que a su alrededor sucede: hombres y mujeres arrastrados por un engranaje ideológico que los ha conducido a la ingenuidad o a la crisis sicológica. Una crítica social, aunada con la fuerza de su narrativa, que parece contradecir la aparente fragilidad de esta escritora. “No soy una intelectual”, ha dicho. “Durante mis años en Berkeley traté, con una suerte de energía posadolescente, de forjarme una mente que pudiera lidiar con lo abstracto. Traté de pensar, y fallé”. Tal vez en lo abstracto, porque en lo concreto... Ahí están Salvador (1983) y Miami (1987), obras en las que dio cuenta de la presencia estadunidense en Centroamérica y Cuba; y más recientemente The Last Thing He Wanted (Knopf, 1996), una novela con el escándalo Irán-Contras de trasfondo.