Pablo Gómez Álvarez es un economista, pero no es un economista cualquiera, sino un egresado de una escuela que era muy controvertida en los años 60 del siglo pasado, tildada de ser un centro de formación de cuadros comunistas. Se trataba de la Escuela Nacional de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México.
En realidad, la escuela era bastante más plural de lo que se supone. En ese tiempo yo era miembro del Partido Comunista Mexicano (PCM) y estudiaba con muchos sobresaltos en esa misma escuela. Recuerdo muy bien que sorprendentemente en ese centro escolar se regodeaba en su antimarxismo un líder de la extrema derecha, Juan Felipe Coello, que casi sufría dolores de estómago cuando escuchaba el nombre de Fidel Castro y quería advertir al mundo de los peligros del comunismo ateo. En una ocasión se regocijó por la muerte del gran economista Paul A. Baran, que era de filiación izquierdista y entonces le recordé a la familia y él empezó a cambiar golpes conmigo. Compañeros de la escuela nos separaron. Coello fue uno de los fundadores de El Yunque.
En mis reminiscencias aparece la imagen de David Aguilar Mora, amigo íntimo mío y ferviente trotskista, aunque siempre me criticaba, ya que me consideraba un ingenuo e incorregible reformista. Me impresionaba mucho una persona de mi generación escolar, Clara Jusidman, quien era de las alumnas más lucidas e inteligentes de la escuela y que con sólo hablar de sus tareas como estudiante ponía en ridículo a todos los pontífices del patriarcalismo. Por supuesto, era imposible dejar de notar la sagacidad y capacidad organizativa de Rolando Cordera.
En esa época turbulenta conocí al joven Pablo Gómez. Él pretendía ser un encaminador de almas. Recluté en el PCM a otro joven ardoroso llamado Joel Ortega Juárez. Joel me confesó que unos cuantos días después reclutó a Pablo Gómez. Creo en la veracidad de Joel, pero no sé lo que opina Pablo. Han seguido caminos muy distintos, Joel es un crítico contumaz del gobierno actual y Pablo es uno de los principales dirigentes del Movimiento de Regeneración Nacional.
Recientemente Pablo fue nombrado como el funcionario principal encargado de la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF) de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público en sustitución del muy capaz abogado Santiago Nieto Castillo, de cuya remoción no voy ocuparme en este espacio. Pablo, más que un economista a la manera, por ejemplo, de David Ibarra o Arturo Huerta, es un político con una notoria habilidad para manejarse en los tortuosos senderos del poder. Ha sido uno de los mejores legisladores que han existido en el México contemporáneo, ha sido un impulsor de varias reformas políticas, y entre sus éxitos se halló la consecución de la abolición de la corrupta partida secreta de la Presidencia de la República.
Combatir la corrupción financiera es una tarea mucho más compleja de lo que era hace apenas unos 30 años, cuando no existía la UIF. Esa dependencia es totalmente imprescindible para tratar de combatir la corrupción, los malos manejos financieros, el lavado de dinero, las fugas de capitales y otros padecimientos que ha sufrido nuestro país en ese campo. Pero Pablo sabe muy bien que las oleadas de corrupción financiera ya no son sólo una especie de pecados capitales a escala nacional. Los grandes magnates en diferentes países articulan sus actividades a interconexiones entre sus empresas y combaten con éxito múltiples intentos de mellar su poderío.
Por estas razones, Pablo no sólo se enfrenta a actividades irregulares de algunos connacionales en materia financiera, sino que está obligado a combatir a diversos sectores de la burguesía trasnacional, la cual, por cierto, ha sido muy bien descrita por William Robinson. Por consiguiente, si Gómez Álvarez no se apoya en un fuerte movimiento político que lo respalde, quizá no encuentre el éxito que seguramente está buscando. La situación no parece muy favorable, porque en Morena y otros grupos de izquierda las decisiones y divisiones internas están a la orden del día y sin negar que el gobierno actual ha dado pasos importantes contra la corrupción, de ninguna manera ha logrado debilitarla seriamente y tampoco se puede negar que en sus propias filas tiene presencia en varios de sus sectores. Esperamos que Pablo Gómez termine su gestión como un notable guerrero vencedor en múltiples batallas fragorosas y muy difíciles en lo que se refiere al logro de la victoria.
* Antropólogo e investigador del DEAS-INAH