La caravana migrante llegó a su fin. Tras un acuerdo con el gobierno federal, las más de 500 personas que conformaban el contingente tomaron caminos distintos rumbo al norte del país, la mayoría con un objetivo clavado en el corazón: cruzar a Estados Unidos. Sólo desean un trabajo y mejor vida.
Ayer, tras 10 días de permanecer en la Ciudad de México y luego de semanas de caminar desde Tapachula, Chiapas, los migrantes abordaron 12 autobuses que los llevaron, por separado, a cuatro ciudades norteñas: Chihuahua y Ciudad Juárez en Chihuahua, Hermosillo en Sonora y Monterrey en Nuevo León, donde continuarán con el trámite de visas humanitarias en las oficinas del Instituto Nacional de Migración (INM) de esas urbes, con lo que regularizarán su situación en México.
“Hoy comienza un nuevo capítulo, en el que esta caravana se escindirá y disolverá para que cada uno pueda seguir sus sueños individualmente”, expresó ante decenas de migrantes el organizador del contingente y líder de la organización Pueblo sin Fronteras, Irineo Mujica.
El momento fue emotivo. Los extranjeros se mostraban conmovidos, felices y esperanzados, pero al mismo tiempo era evidente su tristeza por separarse de personas que se convirtieron en sus amigos y cómplices de travesía. Una ruta que iniciaron el 23 de octubre en Tapachula y concluyó, en una primera etapa, ayer en la Casa del Peregrino, en la capital del país, adonde llegaron el 12 de diciembre.
“Nuestro destino es diferente”
“Lloro porque le tomé mucho cariño a mis amigas. Hemos compartido muchas cosas y me da pesar separarme de ellas, pero nuestro destino es diferente”, relató Irma Flores, ciudadana de Honduras que abordó uno de los autobuses con rumbo a Monterrey, donde pretende trabajar por un tiempo para después cruzar a Estados Unidos.
La dispersión de la caravana se dio luego de dos días de negociaciones entre representantes de los migrantes y funcionarios del gobierno federal, atestiguadas por personal de las comisiones de derechos humanos nacional (CNDH) y de la Ciudad de México (CDHCDMX), así como de organismos de Naciones Unidas. El acuerdo consiste en agilizar los procedimientos para la entrega de visa humanitaria a los 510 integrantes de la caravana.
Para ello, las autoridades dispusieron de autobuses para trasladarlos al norte del país: cuatro a Hermosillo, cinco a Monterrey, uno a Chihuahua y dos a Ciudad Juárez. Llegarán directamente a las sedes del INM en esas localidades para iniciar con los trámites.
Este instituto –que inició los procesos el lunes– había advertido que sólo tenía capacidad para resolver 30 procedimientos diarios en su sede de la Ciudad de México, lo que prolongaría la situación hasta mediados de enero y alargaría la desesperación de la gente.
La Secretaría de Gobernación detalló que hasta ayer había entregado 100 visas humanitarias, dando preferencia a núcleos familiares con niños menores de cinco años.
La presidenta de la CDHCDMX, Nashieli Ramírez, informó que se dará visa humanitaria a los 510 migrantes, y 100 de ellos iniciarán su trámite para obtener la residencia permanente, porque desean quedarse en México. El resto aspira a llegar allende las fronteras. Entre el total de extranjeros, hay 100 niños y adolescentes. Además, 59, todos ellos haitianos, decidieron permanecer en la Ciudad de México.
La caravana estaba conformada por ciudadanos de El Salvador, Honduras, Guatemala, Cuba, Nicaragua, Venezuela, Brasil y Colombia.
Érika, oriunda de El Salvador, dejó su país hace varios meses por el peligro de las pandillas. Desde entonces se fijó un objetivo: Estados Unidos. “Estoy nerviosa, es la primera vez que subo hasta arriba. Voy a cumplir mi sueño”, expresó antes de subir al autobús con rumbo a Ciudad Juárez. Tras recorrer miles de kilómetros desde Venezuela, Dixon expresó un único sentimiento: “Esperanza”. Tomó un camión hacia Hermosillo y su empeño es llegar a suelo estadunidense.
Los organizadores del contingente informaron que una vez que los migrantes obtengan sus documentos, deberán seguir su camino por su propia cuenta.