La existencia de la mente es un concepto en el que no cree todo el mundo, expresa el historiador, siquiatra y sicoanalista estadunidense George Makari (Nueva Jersey, 1960), autor de Alma máquina: La invención de la mente moderna (Sextopiso/Universidad Autónoma Metropolitana-Unidad Cuajimalpa, 2021). El libro recorre la historia del surgimiento de la mente liberada, después de mucho tiempo, del cuerpo y el alma, y todas las implicaciones culturales, políticas, científicas y médicas de este cambio.
Alma máquina es un intento histórico por comprender “dónde estamos hoy”, ya que “hay personas que no creen que exista algo como la mente como una entidad dispuesta, activa, capaz de tomar decisiones y racional. Muchos de mis colegas en la medicina y la ciencia dicen que no existe, que, por ejemplo, la mente pasa películas para justificar lo que uno ya ha hecho, mientras el cerebro hace todo”, precisa Makari, entrevistado por La Jornada.
Para el autor dichas personas son “potencialmente destructivas para una cultura, porque si no somos capaces de hacernos responsables en lo individual por lo que escogemos y pretendemos, en dónde estamos parados respecto de la democracia y en nuestros intentos de perseguir la libertad en la búsqueda de la felicidad”.
El peligro de la religión
En su estudio Makari también intenta desenmarañar el “muy real peligro de la religión y creencias sobrenaturales que ensombrecen nuestra comprensión de la vida interna, al hacerla un asunto de diferentes credos, contrario a nuestras pretensiones mediante la ciencia, el entendimiento empírico y teórico, para reconocer esta entidad complicada y difícil, llamada la mente”.
La mente moderna nació durante la Ilustración, un periodo decisivo, aunque ahora controvertido, de la historia occidental, escribe el historiador en el prólogo. “El presente libro transita de las ilustraciones inglesa y escocesa a la francesa y alemana”, diferentes comunidades intelectuales que se encontraban “muy interrelacionadas”.
–¿Cómo concibe el cerebro y la mente?
–El cerebro es la condición necesaria para la mente. No existen mentes sin cerebros; sin embargo, la función mental no se puede reducir a una neural que se activa. Me molestan las personas que utilizan las tomografías para decir que pueden saber lo que uno piensa. Esto, a menudo, es un engaño. Sin embargo, hay personas serias que lo creen, entonces, este tipo de cosas llegan a los tribunales de justicia. Para mí, va de la mano con las personas que quieren regresar la mente al alma.
En su estudio, Makari relata que la civilización occidental, aquejada con guerras civiles y en medio de demandas respecto a quién estaba de lado de Dios, el filósofo y médico inglés John Locke (1632-1704), “un gran defensor de la tolerancia liberal”, dijo que “necesitamos contar con una plaza pública en la que puedo determinar si estás loco o no, al entender tu mente. Si no estás loco mereces un lugar en la plaza pública; sin embargo, si dices que lo escuchaste de Dios y por eso justificas una insurrección en contra del gobierno, no tiene validez”.
Los líderes religiosos en Francia, por ejemplo, a mediados del siglo XIX se complacían con científicos que decían que la mente no existía. En cambio, hablaban del cerebro, que “no puede ayudar a los seres humanos a elegir lo que quieren e instruirlos acerca de la vida interior, así que deja ese campo de nuevo a la religión y el alma. Hay resultados políticos y culturales de esos debates que parecen ser filosóficos”.
Para Makari los asuntos tratados en Alma máquina no deben ser relegados a los filósofos cuyos conceptos, a veces, pocos entienden: “Se trata de cuestiones acerca de cómo nos vemos como seres humanos. ¿Somos almas con cuerpos o sólo cuerpos con mentes? ¿La mente tiene control sobre el cuerpo? ¿El cuerpo está en absoluto control?”
–¿Cuál sería el punto más controvertido del libro?
–Podría venir de personas muy religiosas que piensan que subestimo el alma, lo que no hago. Digo que la persona tiene todo el derecho de creer en algo como el alma eterna, aunque esto no debería traspasarse a las funciones mentales. Mi creencia de que la religión tiene un impacto muy destructivo en la política tal vez pudo haber hecho ruido y causado problemas en algunos lugares.
Makari sostiene que hay lugar para el alma, el cerebro y la mente, en la medida que se entiende lo que los distingue. “Al final del libro digo que trabajo en un hospital; he visto a personas en cuidado intensivo y sé lo que significa creer en el alma. Se entiende que las personas miran hacia el alma en situaciones profundamente preocupantes. No obstante, cuando tienes destellos de luz en los ojos, de repente te das cuenta que existe esta complicada y exquisita máquina: tu cuerpo y tu cerebro, de lo que dependes y ni siquiera reparas en las trillones de cosas que hace a diario para que puedas tener un día normal. Es cuando, de veras, entramos en contacto con el cuerpo y el cerebro”.