La desesperación comienza a aflorar en decenas de personas que conforman la caravana migrante. Dos meses después de salir de Tapachula y a nueve días de haber llegado a la Ciudad de México les urge el documento que les brinde certeza migratoria en el país.
Los procesos para que tramiten las visas de visitante por razones humanitarias que les brindará el Instituto Nacional de Migración (INM) han resultado insuficientes ante su impaciencia por seguir su camino al norte.
Las autoridades tienen capacidad para realizar 30 procesos al día en sus oficinas de la Ciudad de México, pero la caravana está conformada por 515 personas –un centenar de ellos son niños– por lo que de seguir a ese ritmo los procesos concluirían hasta finales de enero (por vacaciones).
Ante ello, anoche representantes del contingente se reunieron con autoridades federales y funcionarios de organismos institucionales de derechos humanos a fin de agilizar los procedimientos y concluirlos antes del 24 de diciembre.
Irineo Mujica, organizador de la caravana, confió en que se acepte trasladar a diferentes grupos a oficinas del INM en entidades del norte del país y ahí realizar los trámites. Con esto se disolvería la caravana. Hasta el cierre de la edición la reunión continuaba.
El segundo día de trámites para la entrega de visas humanitarias en la sede del INM en la capital fue caótico. Funcionarios del instituto hicieron un listado de los 30 que recibirían la atención, privilegiando a núcleos familiares, y en particular a mujeres lactantes.
Jaloneos, insultos y gritos en la fila
Quienes no fueron favorecidos reclamaron que se atienda a todos sin excepción. Se dio así un conato de bronca que quedó sólo en un intercambio de jaloneos, insultos y gritos. De ahí no pasó.
Pese al zafarrancho, la esperanza sigue intacta: “ir al norte a trabajar”. No importan los obstáculos ni los riesgos. En sus países “la cosa está más dura”.
Heidi Lorena Rodríguez, hondureña de 19 años, era la primera en la fila. Viaja sola con una pequeña de ocho meses a quien no deja un solo instante. Salió de su país desde el 3 de marzo por los peligros de las pandillas. Estuvo varios meses en Tapachula, donde las oportunidades son escasas y su objetivo en principio es llegar a Monterrey. “Quiero trabajar ahí y ver si después me cruzo (la frontera). Estoy ansiosa por tener ese documento”.
“Un futuro mejor para nuestro hijo”
Stephania, de 20 años, también de Honduras, viaja con su esposo y su hijo de ocho meses. También eran parte del listado. “Estamos muy contentos de que ya casi tenemos el papel para transitar por todo México. Deseamos trabajar en la frontera, llegar a Estados Unidos para darle un mejor futuro a nuestro hijo”.
Desde agosto Jonhatan, su esposa y su hija de 23 meses huyeron de Honduras. Tras diversas penurias, ayer eran el número tres en la fila. No estaban dispuestos a perder esa posición. Soportaron los jaloneos y los insultos de sus desesperados compañeros. “Si aguantamos que la Guardia Nacional golpeara a nuestra pequeña, podemos con esto. Estamos a un paso de tener el documento e ir al norte. Esa es la fe”.