Con la pandemia de coronavirus el sector turístico se desplomó. Hoteles, restaurantes, transportes terrestres, aerolíneas, cruceros y centros de entretenimiento llevan dos años en crisis y el panorama para 2022 no será muy diferente.
La nueva variante del virus generó otro cierre de fronteras y de establecimientos en Europa, limitante que se replicará en América y en Asia. El resultado será una nueva cadena de quiebras y despidos de personal en empresas ligadas al sector.
Pese a estas restricciones, el turismo se recuperará más temprano que tarde. Desde tiempos inmemoriales el ser humano ha viajado por todo el mundo. Los desplazamientos a lo largo de la historia han implicado riesgos, como el actual. La mitología presenta los peligros a través de guerras o de seres siniestros, como las bellas sirenas en la Odisea, de Homero, que “encantan a cuanto hombre se les acercan” y los vuelven locos al escuchar su canto.
El coronavirus es otro elemento que implica riesgos, no sólo para los viajeros, sino también para las personas y países que los acogen. Incluso entre las familias hay un rechazo del hermano o amigo que llega de otro lugar, pero el ser humano necesita desplazarse.
Hasta 2019 el crecimiento de turistas por el mundo fue ininterrumpido. Las oleadas de nuevas clases medias de naciones, como China, India, Brasil o México, trajeron como resultado un nuevo tipo de turismo que en el pasado estaba reservado a sectores de alto poder adquisitivo.
Este tipo de viajes, más las migraciones masivas obligadas por crisis políticas y económicas en diversas partes del mundo cada vez serán más importantes. Las migraciones de personas desplazadas no se han frenado y todos tendremos que habituarnos a convivir con gente de diversas ideologías, colores y estilos de vida. El peligro de contagiarse fue percibido por los que huyen de países en crisis como algo menor a la muerte por violencia o por inanición al quedarse en casa.
El covid-19 puso un alto en el camino entre los turistas. Este receso permite la reconformación del sector y es una oportunidad para replantear los viajes por placer y también para hacerle frente a las oleadas de migrantes que aumentarán, resultado de problemas políticos y de la crisis económica global.