Un beso apasionado es el motivo que conjuntó el genio creativo de Auguste Rodin y Pablo Picasso en una exposición parisina. Se trata de una lectura cruzada para examinar convergencias significativas entre la obra de ambos creadores, de distintas generaciones, pero que fueron revolucionarios de la experimentación e inventaron nuevos modos de representación, uno expresionista en sus esculturas y el otro cubista en sus pinturas.
Los dos artistas coincidieron en París por algunos años, entre 1900, cuando Picasso llegó a la capital francesa, y 1917, cuando murió el gran escultor. Sin embargo, es poco probable que ambos se conocieran en persona.
Los museos parisinos dedicados a Rodin (1840-1917) y a Picasso (1881-1973) se unieron para ofrecer la exposición en ambas sedes monográficas con “una perspectiva única de estos genios que allanaron el camino para la modernidad en el arte”.
La muestra Picasso-Rodin establece un diálogo gracias a más de 500 obras, entre pintura, escultura, cerámica, dibujos, documentos y fotografías, y logra una reinterpretación sin precedente en un abundante e innovador recorrido que se bifurca en dos sedes.
El Museo Rodin hace una reflexión sobre la crisis de la representación a principios del siglo XX, mientras el Museo Picasso de París aborda los procesos creativos. “En distintas épocas y diferentes contextos, ambos creadores participaron de una articulación decisiva de la historia y esta es, sin duda, una de las claves de sus semejanzas”.
El Museo Rodin escribió en sus redes sociales: “Dos besos por el premio de uno”, al mostrar la famosa demostración de amor de los amantes de mármol, una de las esculturas más conocidas del escultor francés que se exhibe en el antiguo hotel Biron, que ahora comparte espacio con el cuadro El beso, que realizó Picasso en 1965, el cual representa el encuentro de labios con la técnica cubista, que ha hecho reconocible al artista español.
En realidad, se suma un tercer beso, que recuerda a otra famosa representación del gesto amoroso, esta vez del austriaco Gustav Klimt. El museo señala el marcado parecido, pues, aunque la imagen evoca el lienzo de un abrazo en dorado, en realidad es una acuarela de Rodin con un tratamiento moderno. “Este dibujo se presentó en 1900 en la exposición Alma, que vio Picasso a su llegada a París”.
Aunque destaca la cercanía de la inspiración del beso en la exposición parisina, se han puesto a contracara otras obras, como es el caso de la puerta del infierno en la que Rodin plasmó los horrores que Dante describió en La divina comedia y el Guernica, que hizo Picasso en un cuadro monumental.
Al respecto, señalan los exponentes que para ambos artistas “el alma de una obra es llevada por el poder expresivo de la materia, exaltado gracias a la técnica de la huella que desnuda las esperanzas de la superficie, el rastro de las herramientas y los accidentes de creación”.
De igual forma, se exhiben en perspectiva un acróbata en azul que plasmó el español sobre el lienzo en 1929, comparado por la representación de la danza en una escultura de terracota creada por el francés en 1911. “Las conexiones más audaces que hacen con sus figuras que convulsionan, vuelcan, entrelazan o chocan son tanto el resultado de una investigación formal como un deseo físico”.
La muestra se inauguró con tres meses de retraso debido a la pandemia de Covid-19. Continuará abierta hasta enero de 2022.