“Más allá del estandarte supuestamente humanitario de ‘bienestar’ que enarbolan los animalistas, ocultos intereses políticos, económicos y comerciales alimentan el movimiento en contra de las corridas de toros, en aras de dotar de ‘derechos’ a los animales y subirnos, por medio de prohibiciones y leyes proteccionistas de la vida animal, al carrito consumista de productos, servicios y alimentos para mascotas que ellos mismos fabrican, promueven y comercializan”, advierte Luis Sampayo.
“En un lenguaje menos ‘humanista’ y más constitucional, prohibir las corridas de toros equivaldría a prohibir las libertades ciudadanas y a considerar a los seres humanos como clientes, proveedores y pagadores del alimento que los consumidores animales no protestan su calidad, sabor o nivel de nutrición porque sólo saben ladrar, maullar y defecar ‘seco’, a costa de la salud de sus riñones y a cambio de ‘formar parte de la familia’.
“Argumentos absurdos como que ‘en las plazas de toros se genera violencia’, cuando ésta proviene de los propios antis que en el coso de Monterrey vandalizaron su fachada y más de 30 automóviles del público que acudió a una corrida nocturna en la Monumental Lorenzo Garza fueron ponchados y pintarrajeados. En nuestras calles hay más violencia y mueren más seres humanos por las balas que toros en las plazas.
“Hacer las cosas sin pensar es propio de legisladores que lucran con el tema taurino como botín y pastelazo político. Ahí queda la ‘brillantez e inteligencia’ de legisladores y mezquinos animalistas que por llevar agua a su molino al votar por los circos sin animales argumentando crueldad contra ellos, con un madruguete legislativo propiciaron que murieran más de 4 mil 500 animales circenses de diversas especies, porque a nadie, ni a animalistas ni a políticos, le interesó hacerse cargo de su supervivencia luego de dejar de ser autosostenibles para los circos; prohibieron sin medir consecuencias.
“Manifestación cultural la define el diccionario como: ‘Conjunto de conocimientos, ideas, tradiciones y costumbres que caracterizan a un pueblo’, y negar que la fiesta de toros es parte de la identidad cultural de nuestra nación es como negar que el idioma y la religión llegaron junto con los toros de lidia a nuestro continente hace más de 500 años.
“Prohibir la tauromaquia atenta contra las libertades y derechos de los ciudadanos, pero no sólo eso, atenta contra el empleo lícito y digno de quienes son ocupados en esta industria, atenta contra la diversidad y riqueza cultural de nuestro país y las manifestaciones artísticas que emanan de ella, atenta contra la libre empresa, el comercio y el fomento económico, atenta contra la generación de impuestos y el desarrollo rural, así como el desarrollo social además de ir en contra de la preservación del medio ambiente y los ecosistemas naturales y, como cereza del pastel, prohibir va en contra del toro de lidia, ese que los animalistas dicen ‘defender’ y que irremediablemente se extinguiría al no tener una razón de existir, como sucedió con los animales de los circos.
“Cuantificar afectaciones causadas por las iniciativas animalistas, que dejen de ser pastelazos políticos, mediáticos y electoreros y sean presentadas tras considerar quién, cómo, cuándo y de dónde saldrán los multimillonarios recursos económicos para indemnizar a los numerosos sectores de esta industria cultural, afectados de prohibirse las corridas de toros, esas que los animalistas quieren prohibir sin medir y menos pagar las costosísimas consecuencias de su irreflexiva prohibición”, concluye Luis Sampayo.