Roma. Junto a los grandes creadores del barroco, como Bernini, Borromini y Pietro da Cortona, que transformaron la ciudad del papado y de la nobleza en fasto, vivió una espesura de artistas que trabajaron para un mecenazgo burgués, de cofradías, oratorios y parroquias, donde Plautilla Bricci (Roma, 1616-después de 1690), pintora y arquitecta, encontró espacio para desarrollarse. Evitó así someterse al sustento de un convento, marido o pariente. Sin embargo, no hubiera llegado a tanto sin el apoyo de dos figuras centrales en su vida: su padre, Giovanni, también artista, y Elpidio Benedetti, su mecenas.
A la artista –ya muy conocida en Italia por el bestseller de Melania G. Mazzucco, L’architettrice (2019)– se le dedica hasta el 19 abril de 2022, la primera muestra centrada en su trabajo con la curaduría de Yuri Primarosa, ubicada en la Galería Nacional de Arte Antiguo en el Palacio Corsini, después de un año de cierre por remodelación.
El atractivo de Plautilla, además de la calidad de su pintura de estilo clásico, es su insólito papel de arquitecta, “el único caso conocido en Europa hasta la época preindustrial”, según se afirma en la muestra. La artista despertó el interés de los especialistas a partir del primer libro publicado por Consuelo Lollobrigida, en 2013. Entrega los últimos avances en la investigación, aporta nuevas obras, restauros y proyectos arquitectónicos y dibujos que reconstruyen el ambiente y los personajes en los que Plautilla se movió. Además, se muestran dos retratos.
La casa donde ella pasó su vejez estaba en Trastevere, a pocas metros del museo. Cerca de ahí, se construyó en la colina del Gianicolo su obra mas importante: la Villa de Elipidio Benedetti, conocida como La barca, por tener esa forma bizarra, que fue destruida por los cañones de las tropas francesas en 1849. Una paradoja, porque Plautilla y su mecenas habían sido muy cercanos a Francia. Se perdieron, entre otras cosas, los murales realizados por Plautilla y otros grandes artistas como Pietro da Cortona. El proyecto (1663), lo firma con la palabra entonces inexistente de architettrice.
Pintora
Plautilla desde pequeña comenzó a pintar. Se especializó en obras devocionales de pequeño formato. Fue adiestrada por el padre, pintor cercano al Cavalier d’Arpino (maestro y rival de Caravaggio), con una cartera de relaciones que le aportaron sus primeros encargos. Entre ellos cabe señalar, su primera obra pública: la Virgen del Carmelo (ca. 1640), un icono que realizó a los 24 años, donde aparentemente el padre –que era también actor– se vio en la necesidad de inventar una historia para asegurar el futuro artístico de su hija, encontrándose muy enfermo (murió cinco años después) ¡Y funcionó! Aunque a costa de llevar una vida retirada, donde el padre y su mecenas se encargarían de tratar con los clientes.
Detrás del cuadro, hoy reubicado en la basílica de Santa María en Montesanto, en la plaza del Popolo, está escrito que Plautilla era una “solterona” y que, aun inexperta, “la obra fue terminada milagrosamente por la virgen”. Era un voto de castidad y la imagen fue considerada santa; hizo milagros como sanar inválidos o alejar la peste del convento, y generó desde entonces gran devoción que aún perdura.
La otra figura central para la artista fue Elpidio Benedetti, con quien empezó a colaborar a finales de 1650, incluyendo sus proyectos arquitectónicos, siendo ya una mujer madura. Elpidio era el agente en Roma del famoso cardenal Giulio Mazzarino, ministro del rey Sol, personaje evocado por Alexandre Dumas en una de sus novelas. Elpidio, entre otras cosas, se ocupaba de la renombrada colección de arte del cardenal, entrando en contacto con Bernini y los mayores artistas del tiempo.
Invenit et pinxit
Mazzucco afirma en el ensayo del catálogo, de qué manera ese contacto convirtió a Benedetti en un diletante y utilizó a Plautilla para realizar sus proyectos y obras, sin reconocérselo hasta la muerte de Mazzarino (1661), cuando pudo salir a la luz. Por ejemplo, realizaron juntos un proyecto para el monumento fúnebre de Mazzarino y una escalinata de Trinità dei Monti, ninguno de los cuales se ejecutó. Cuando pudo, Plautilla firmó a todas luces al menos dos de sus obras, en las que orgullosamente escribió: “invenit et pinxit Plantilla Briccia Romana”.
Aunque Plautilla diseñó la capilla Benedetti y el retablo con un San Luis en esa iglesia, una de las más importantes de Roma, su obra maestra se considera El nacimiento del Bautista (1675) en la iglesia homónima, en Poggio Mitreo, en el Lazio, pueblo natal de Elipidio. Se cree que una de las mujeres mayores que preparan el baño del bautista es Plautilla.
Parte importante de su actividad la realizó a edad madura, como su entrada a la Academia de Bellas Artes de San Lucas a los 40 años.
El propósito de la curadora Primarosa, según se señala en el catálogo, no ha sido simplemente “entregar un nuevo icono femenino, sino profundizar en el conocimiento del personaje, reconstruyendo su perfil humano y profesional”.
De la docena de Old Mistresses (Antiguas Maestras) identificables en Europa –recuerda el experto–, de Italia destacan Artemisia Gentileschi, Sofonisba Anguissola, Lavinia Fontana, Giovanna Garzoni y Fede Galizia.
La Galería Nacional de Arte Antiguo en el Palacio Corsini es uno de los recintos más bellos y poco explorados de la ciudad (se ubica en le mismo edificio de la Academia dei Lincei). Es la única pinacoteca romana intacta del siglo XVIII, con obras maestras de Caravaggio, Rubens, Murillo y Rosalba Carriera, entre otros. La muestra dialoga con la colección permanente en un espacio fastuoso.