Mientras rebuscaba en un vertedero entre montículos de desechos malolientes, buitres y perros callejeros, Gabriel Silva, un brasileño de 12 años, encontró un tesoro: un pequeño árbol de Navidad.
A primera vista aquel símbolo de las fiestas decembrinas no era suficiente para alimentar a su familia. Sin embargo, la escena, inmortalizada el 8 de noviembre por un fotógrafo de la agencia Afp ha recorrido el mundo.
Unas semanas antes de las vacaciones de fin de año la imagen de este adolescente moreno, flaco y con el torso desnudo blandiendo un abollado árbol de plástico de unos 30 centímetros despertó una oleada de solidaridad.
“Nunca tuve un árbol de Navidad en casa”, dice el joven, que sueña con convertirse en futbolista profesional.
Gabriel vive con su madre y dos hermanos mayores en una modesta casa de adobe en Pinheiro, un pequeño pueblo en el estado de Maranhao, al noreste de Brasil.
En el suelo sin baldosas sólo hay tierra marrón oscuro. El cielo puede observarse desde adentro, en el espacio que hay entre la pared y el techo de paja.
Pero ahora esta modesta morada está decorada con un árbol de Navidad. Y no el del vertedero. Se trata de un gran árbol artificial, nuevo, con una estrella dorada en la parte superior, esferas doradas y una guirnalda centelleante.
Es sólo una de las muchas donaciones que ha recibido su familia desde que la icónica foto se volvió viral en las redes sociales.
“Gracias a Dios hemos recibido suficientes canastas de comida para pasar la Navidad más a gusto”, señala María Francisca Silva, de 45 años, madre de Gabriel y quien gana 600 reales (unos 106 dólares) mensuales con la venta de residuos del basurero.
Las recaudaciones de fondos en línea que recolectan donaciones de todo el país pronto deberían permitir hacer realidad el sueño de la familia: construir una casa de verdad.
Gracias a una primera donación de 500 reales (unos 89 dólares) pudieron comprar una bomba hidráulica para sacar agua del pozo cavado cerca de su casa.
“Mi regalo favorito es la bicicleta”, cuenta Gabriel, quien la recibió de manos de una profesora de su escuela. Cuando no está en clase, el adolescente ayuda a su madre a recoger los desechos que puede vender.
“Si lo dejo en la calle puede fumar droga, hacer cosas que no debe. Él me ayuda, yo estoy pendiente de que no siga un mal camino. Es un buen muchacho, siempre quiso ayudarme”.
Pero ahora Gabriel se ha convertido en una celebridad. “Las personas no me dejan en paz, todo el día me buscan. Quieren sacarse fotos, preguntar cosas”.
Afp