Con la más reciente presentación de su libro El triunfo de la dignidad, coeditado por La Jornada y Miguel Ángel Porrúa, el dirigente del sindicato nacional de mineros y senador de la República, Napoleón Gómez Urrutia, cerró con broche de oro la segunda etapa promocional de una de sus obras, que en poco tiempo se ha convertido en best seller.
En esta nueva fase, Gómez Urrutia presentó su libro en la capital duranguense (Museo Francisco Villa), Mérida (Gran Museo del Mundo Maya) y Morelia (Teatro José María Morelos). En la primera etapa hizo lo propio en la Ciudad de México (Auditorio Jaime Torres Bodet, del Museo Nacional de Antropología), la capital oaxaqueña (Palacio de Gobierno), Monterrey, Nuevo León (Museo de Arte Contemporáneo), Guanajuato (Alhóndiga de Granaditas) y San Luis Potosí (Museo Francisco Cossío).
También tenía planeado hacerlo en la capital zacatecana, pero el acto debió posponerse a escasos minutos de su realización, pues “un grupo de porros, golpeadores, esquiroles y promotores de la violencia, pagados por la empresa Peñoles y organizados por Carlos La Marrana Pavón” vandalizaron el Teatro Calderón (patrimonio cultural de la humanidad) e impidieron la presentación de su libro, ante la vergonzosa complacencia de las autoridades estatales y municipales. “Fue un acto fascista, casi de quema de libros, que no debe quedar impune”, denunció entonces Gómez Urrutia.
Como sucedió en la primera ronda de presentaciones de El triunfo de la dignidad, en la segunda se registraron llenos en cada uno de los foros de las citadas entidades de la República, en los que participaron e hicieron comentarios personalidades de distintas corrientes: gobernadores, senadores, rectores universitarios, comunicadores y funcionarios y ex funcionarios de primer nivel.
Hay que recordar que en 2014 Gómez Urrutia publicó su libro El colapso de la dignidad, en el que denunció “las monstruosidades y perversiones” cometidas “por un grupo incrustado en el poder de México para eliminar a las organizaciones de los trabajadores, a nuestro sindicato y a mí”, con una “bajeza sin precedente en la historia sindical, empresarial y política de México”, y publicó “los nombres y apellidos de los involucrados, los más corruptos de este país, que deformaron la aplicación del estado de derecho y dañaron profundamente a nuestro país”.
Días atrás, el 29 de noviembre en un abarrotado Museo Francisco Villa de la capital duranguense, el senador de la República subrayó que “con la regulación del outsourcing se buscó promover el respeto a los derechos laborales y mejorar los estándares de vida de los trabajadores, una iniciativa (por él presentada) de mayor impacto en materia laboral de los años recientes, pues ha garantizado el acceso a un esquema de seguridad social a más de 3 millones de trabajadores”.
El pasado 4 de diciembre presentó El triunfo de la dignidad en la capital yucateca, en donde comentó el contenido de su obra y denunció “al grupo de ex presidentes y empresarios que utilizaron todos los recursos en sus manos para embestir contra las y los mineros que resistieron valientemente hasta la victoria. Nuestro país requiere no sólo de la acción de sindicatos, sino también de más empresarios socialmente responsables que valoren el trabajo y esfuerzo de la clase trabajadora para avanzar juntos hacia la prosperidad compartida. Tengo una frase que lo sintetiza muy bien: para que haya paz laboral debe haber justicia salarial”.
El 10 de diciembre hizo lo propio en la capital michoacana, en donde comentó algunas pasajes de su obra y mencionó una cita que incluyó en El triunfo de la dignidad: “Stefan Zweig, en su libro sobre Fouché, califica el destierro como ‘esa potencia creadora del destino, que levanta al hombre en su caída y concentra en la dura opresión de la soledad, nuevamente y en un orden nuevo, las fuerzas conmovidas del alma’”.