Se retuercen los propietarios de las Administradoras de Fondos para el Retiro (Afore, es decir, el jugoso negocio privado que, con dinero ajeno, Ernesto Zedillo habilitó a los dueños de prácticamente todo en este país), porque a partir de enero de 2022 se reducirán las comisiones por ellos cobradas por “manejar” el ahorro de los trabajadores.
Intentaron que un juez a modo cancelara la decisión (octubre pasado) de la Junta de Gobierno de la Comisión Nacional del Sistema de Ahorro para el Retiro (Consar) de reducir y poner límite a las espeluznantes comisiones cobradas por las Afore, pero con todo y piruetas no lograron su objetivo.
La Jornada (César Arellano García) lo reseña así: “el juzgado primero de distrito en materia administrativa especializado en competencia económica negó la suspensión definitiva a la Afore Azteca (de Ricardo Salinas Pliego), que promovió un amparo contra el tope de comisiones aprobado en la reforma a la Ley del Sistema de Ahorro para el Retiro (SAR) y que para 2022 será de 0.57 por ciento”. Así, en 2022 ninguna de esas “administradoras” podrá cobrar comisiones por arriba de ese límite.
Se retuercen, porque el régimen neoliberal no sólo les armó un jugosísimo negocio con dinero ajeno, sino les permitió todo tipo de excesos para incrementar sus ganancias, es decir, lo que en su momento Ernesto Zedillo calificó de “la gran solución social al México moderno de hoy, un sistema para el futuro, ágil, transparente y, sobre todo, justo”.
A lo largo de sus 24 años de existencia, los propietarios de las Afore (un esquema copiado del modelo pinochetista) han acumulado utilidades multimillonarias gracias a la “administración” del ahorro de terceros. Nunca registran pérdidas, porque cuando las hay (que eufemísticamente les llaman “minusvalías”) corren a cargo de los ahorradores, porque las comisiones se cobran sin importar años de vacas flacas o gordas.
Para dar una idea de qué se trata, sólo en el periodo diciembre de 2013-noviembre de 2021 las Afore han cobrado comisiones por alrededor de 257 mil millones de pesos sólo por “administrar” el ahorro de los trabajadores. En ese lapso, el ingreso por tal concepto se incrementó cerca de 50 por ciento, sin que autoridad alguna les pusiera un hasta aquí. “Razones de mercado y competencia”, justifican los neoliberales.
¿“Competencia”? Inicialmente fueron 24 las Afore participantes en el “mercado” (prácticamente todas ligadas a la banca que opera en el país) y a estas alturas sólo lo hacen 10, es decir, concentración (mayores ganancias para menos empresas), negocios que son presididos por Ricardo Salinas Pliego (Azteca), Rodrigo Zorrilla (Citibanamex), Rubén Coppel (Coppel), Juan Fábrega (Inbursa, de Carlos Slim), Carlos Peña (Invercap), Luis Ramírez Pineda (PensionIssste), Jaime Santibáñez (Principal), Alberto Bailleres González (Profuturo), Juan Camilo Osorio (Sura) y Felipe Duarte (XXI Banorte, de los Hank). Esa decena “administra” alrededor de 66 millones de cuentas de ahorro de los trabajadores mexicanos.
Por el lado de las utilidades netas (limpias de polvo y paja), en igual periodo los dueños de las Afore se embolsaron alrededor de 100 mil millones de pesos, siempre a costillas de los propietarios del ahorro que esas empresas “administran”. El incremento en ese mismo lapso fue de 88 por ciento.
Sólo como referencia, en diciembre de2020 las utilidades netas de las 10 Afore del “mercado” sumaron 15 mil 500 millones de pesos; de ese total, 62 por ciento se quedó en las alforjas de Citibanamex, XXI Banorte y Sura. En un segundo escalón, Profuturo y Coppel. Así, en manos de cinco quedó 82 por ciento de las ganancias netas obtenidas con dinero ajeno.
De ese tamaño la “competencia” que (versión neoliberal) “abarataría” las comisiones cobradas por las Afore y “ampliaría” el “mercado”. Obvio, pues, que los hampones de cuello blanco se retuerzan.
Las rebanadas del pastel
Desde su designación (junio de 2020) surgió la duda: ¿qué coño va a hacer una itamita como Diana Álvarez Maury (“experta en semiología”) al frente del Banco del Bienestar? Bueno, ella misma respondió: imponer a sus amigos de la misma escuela, llevar a la institución al borde de la quiebra y usar el puesto para cosas no muy transparentes. Sin embargo, la premian con un hueso en el IPAB, lo que resulta incomprensible. Al relevo llega Víctor Manuel Lamoyi, otro itamita. ¿Qué sucederá? Hagan sus apuestas.