En la página central de nuestro periódico se publicó la fotografía de las cámaras de seguridad que confirmaron la existencia de los tráileres acondicionados para el tráfico de migrantes. Las imágenes muestran cuando el primero cruza la caseta de cobro de Chiapa de Corzo a las 15:14 horas; el segundo pasa un minuto después; también se aprecian dos camionetas del Instituto Nacional de Migración (INM). Autoridades de Chiapas informaron que se elevó a 56 la cifra de muertos por la volcadura del 9 de diciembre pasado (Elio Henríquez y agencias, foto de video en redes sociales).
El mismo día, en la página 10 de Política, se lee: “Caravana marcha en demanda de que se regule su situación y no sea recriminada”.
Luego de un día de reposo, los integrantes de la caravana migrante se volvieron a movilizar. La tarde de ayer protestaron en la sala del INM para demandar que cese la criminalización al contingente, una reunión con funcionarios federales y que se resuelva su situación migratoria en México (nota de Emir Olivares Alonso).
En los migrantes está presente una de las formas de la marginalidad en nuestro país. En la sobrevivencia, la muerte está presente, lo mismo en migraciones, peregrinaciones (últimamente la de Joquicingo), inundaciones, ciclones, bajas de temperatura, sometimiento con los narcos, etcétera.
¿Cuántos camiones se vuelcan, se van a los barrancos en las carreteras mexicanas, sin que la información llegue a los periódicos nacionales? No con la gravedad de lo sucedido en el sureste, pero, camiones para 20 personas en los que se dobla el pasaje y todo termina en tragedia.
Las posibles y terribles consecuencias en la secuela será aumentar el número de mexicanos con neurosis traumáticas; el hecho nos tiene pasivos, en estado de consternación. Perplejos y aturdidos ante tanto horror, los sentimientos que nos invaden apuntan a una espantosa sensación de vulnerabilidad extrema. La depresión por los muertos en el terrible accidente chiapaneco paraliza el alma, la desesperanza se hace presente y la desconfianza se suma a la anterior. El desvalimiento y el dolor se entremezclan. Las listas de muertos y desaparecidos van al alza.
Las muertes, producto de la vida de la mitad de la población en sensaciones de marginalidad, son dramáticas. Sin embargo, no podemos permitir que el dolor bloquee nuestra capacidad de reflexión y menos que el rencor nuble nuestro entendimiento. Lo más dramático y duro de aceptar es no aprender la lección de nuestra historia. Nuestra gran civilización sofisticada sólo sirvió para matar de manera más sofisticada.
México ha vivido la experiencia de lo ominoso descubierta por Freud. La parálisis, que no hay duda de lo ominoso, lo siniestro, pertenece al orden de lo terrorífico. Lo que suscita angustia y horror.
Lo ominoso es aquella variedad de lo terrorífico que se remonta a lo consabido y antiguo, a lo familiar desde hace largo tiempo. Al preguntarse Freud cómo es posible que algo familiar se vuelva ominoso y en qué condiciones se presenta de esta forma, surge el análisis de la palabra alemana heimlich, que traducida se refiere a lo familiar, lo íntimo. Luego entonces unheimlich, lo ominoso, resulta algo terrorífico, justamente porque no es consabido. Lo novedoso se vuelve fácilmente terrorífico y ominoso; algo de lo novedoso, es ominoso, pero no todo. A lo nuevo y no familiar tiene que agregarse algo que lo vuelva ominoso. Lo ominoso sería siempre, algo dentro de lo cual uno no se orienta.