Cuando se conoció que muy pronto comenzaría la distribución de las diferentes vacunas contra el Covid-19, la humanidad respiró con más tranquilidad, porque supuso que su aplicación sería para todos y de forma expedita, pues lo prioritario era acabar con el bicho que tanto daño y dolor ha causado. Sin embargo, se enfrentó a una realidad lacerante: el derecho a la vida y a la salud tiene un altísimo precio, que es fijado y condicionado por el oligopolio farmacéutico trasnacional, en un negocio (sólo el relativo a dichos biológicos) estimado en 200 mil millones de dólares, y contando.
Para el oligopolio no hay motivo de discusión: sencillamente se trata de un jugoso negocio, por lo que el derecho a la vida sólo existe para quien pueda pagarlo. Y con este “código de ética” muchas naciones pobres no han podido vacunar ni a uno por ciento de su población.
La Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) solicitó a la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) la elaboración de un documento centrado en la industria farmacéutica, con la finalidad de “avanzar en la realización de un plan que fortalezca las capacidades de producción y distribución de vacunas y medicamentos en la región” y, aunque algunos elementos se conocían, el organismo especializado de la ONU concluyó que “la industria farmacéutica se organiza como un oligopolio diferenciado en el que participan cuatro tipos de agentes: trasnacionales farmacéuticas; empresas biotecnológicas especializadas; productoras de medicamentos genéricos con un fuerte crecimiento en China e India, y productoras de medicamentos biosimilares, cuyas actividades se basan en el desarrollo imitativo ante la expiración de las patentes de una amplia gama de medicamentos”.
Las mayores empresas farmacéuticas tienen su casa matriz en Estados Unidos, Suiza, Reino Unido, Alemania y Francia. A su vez, el mayor mercado en términos de ingresos es América del Norte (Estados Unidos y Canadá). Casi la mitad de las ventas a nivel mundial se concentra en Estados Unidos, mientras la participación de América Latina llega apenas a 4 por ciento.
En cuanto al valor agregado generado en la industria farmacéutica, la contribución de América Latina es prácticamente igual que en términos de ingresos por ventas. Mientras la Unión Europea y América del Norte (sin México) representan más de la mitad del valor agregado creado en la industria, América Latina aporta sólo 5 por ciento. “El núcleo oligopólico de la industria farmacéutica también explica buena parte de las actividades de investigación y desarrollo y las nuevas patentes. Esto resulta del patrón de dependencia condicionado por el proceso histórico de construcción de capacidades tecnológicas y organizacionales en la industria”.
La pandemia arrasó, pero no a todos. La Cepal documenta que el valor de mercado de las 25 empresas de la industria de la salud más grandes de América Latina creció 139 por ciento entre 2019 y 2021. “A pesar de este gran crecimiento, el valor bursátil de esos consorcios de la región representa menos de uno por ciento del total de la industria de la salud mundial”.
La mayoría de las empresas de la salud que se encuentran entre las 5 mil más grandes de América Latina pertenecen al sector privado. Al 30 de marzo de 2021, las farmacéuticas sólo representaban 8 por ciento del valor de mercado de la economía de la salud en la región. “Más aún, no había empresas digitales o de biotecnología en ese universo. En cambio, a la misma fecha, las farmacéuticas representaban 51 por ciento del valor de mercado de las empresas de salud a nivel mundial y había 17 consorcios digitales en ese sector entre las 5 mil empresas más grandes del mundo, que representaban 3 por ciento de la capitalización de mercado”.
Se dispone de varios biológicos eficaces contra el Covid-19, pero “el problema ya no es contar con una vacuna eficaz: al 31 de agosto de 2021, en el planeta se contabilizaban 15 mil 600 millones de dosis comprometidas, con las que se podría inmunizar a todos los seres humanos, pero hay una alta concentración en los países más desarrollados”, donde sólo habita 12.9 por ciento de la población mundial.
Las rebanadas del pastel
¡Agárrense!: en 2020, “la deuda mundial alcanzó el nivel récord de 226 billones de dólares, equivalentes a 256 por ciento del PIB del planeta; es la mayor alza en un año desde la Segunda Guerra Mundial”, informa el FMI.