La realización de obra pública no destruye el patrimonio; por el contrario, ayuda a preservarlo, aseguró el director del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Diego Prieto, en alusión a los megaproyectos de la actual administración federal y los trabajos de mantenimiento en la capital del país.
“De nuevo hay que decirlo, la obra pública no necesariamente destruye el patrimonio; muy por el contrario, contribuye a hacer hallazgos de la mayor importancia, como la Coyolxauhqui, que apareció a raíz de unos trabajos de electrificación (en 1978)”, sostuvo.
“Entonces, los proyectos del gobierno de la Ciudad de México, así como los prioritarios del gobierno federal, el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles o el Tren Maya, no perjudican el patrimonio porque los acompaña el INAH”.
Al inaugurar, en el Templo Mayor, la exposición temporal de un monolito de origen mexica de la deidad dual Macuilxóchitl-Xochipilli hallado recientemente, el antropólogo refirió que la dependencia a su cargo recibe llamadas cada semana de las autoridades locales y federales para notificarle qué obras están haciendo y cuáles urgen, con el fin de que especialistas del INAH es-tén presentes.
Precisó, como ejemplo, que la mencionada escultura de Macuilxóchitl-Xochipilli fue encontrada mientras el Servicio de Aguas de la Ciudad de México realizaba obras de sustitución de infraestructura hidráulica en el Barrio de Santa María La Redonda, en el centro de la capital, donde en la época prehispánica estuvo asentado el barrio de Cuepopan, uno de los cuatro que conformaron la antigua ciudad de México-Tenochtitlán. El hallazgo ocurrió el 19 de junio de 2019 en la esquina de las calles Violeta y Galeana, colonia Guerrero.
Sobre las características de la pieza, detalló que se trata de una escultura en mármol jaspeado de 36.5 centímetros de alto y casi 5 kilogramos de peso que, de acuerdo con los referentes de los Primeros Memoriales y el Códice Borbónico, corresponde a Macuilxóchitl-Xochipilli, una de las deidades del panteón mexica.
Es “el dios del amanecer, del amor, del fuego, de la belleza, de la danza, de las flores, del placer, de las artes y de la embriaguez sagrada, como si se tratase de la metáfora de las transformaciones que vive nuestra nación en el presente y que, sin duda, seguirá viviendo en el futuro próximo, porque la emergencia de este México profundo, que no son sólo bienes arqueológicos, sino lenguas, culturas, identidades étnicas que durante esto cinco siglos fueron negadas por la cultura dominante y el colonialismo, ya no se detiene”, enfatizó Diego Prieto.
Tras anunciar que la escultura formará parte de la colección permanente del Museo del Templo Mayor, el funcionario describió que “el personaje aparece sentado luciendo un maxtlatl o taparrabos, y porta atavíos y joyas propios de la nobleza, como lo indica su nombre, “el del linaje de la flor”: líneas onduladas alrededor de la boca, una diadema de chalchihuites (piedras verdes), orejeras, bandas verticales sobre la nuca, un collar del que penden tres chalchihuites, un colgante de chalchihuite en su ombligo, restos de un omichicahuaztli (instrumento musical hecho en hueso) en la mano derecha y un chimalli (escudo) con su flecha o dardo para atlatl, en la izquierda”.