Ciudad de México. La pandemia profundizó la desigualdad. Casi el 80 por ciento de las vacunas fueron aplicadas en países de altos ingresos. “La vacunación debería ser más equitativa. Nadie está a salvo hasta que todos estemos a salvo. Se requiere cooperación para poder avanzar, se requiere diplomacia, de eso hemos visto muy poco”, dijo la investigadora María Cristina Rosas, de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, en su participación en la rueda de prensa titulada “Ómicron: una mirada desde la seguridad internacional”.
La profesora Rosas recordó que el año pasado México impulsó una resolución en la ONU para incrementar la cooperación internacional y lograr una distribución más equilibrada de las vacunas y los insumos médicos
Lo que vino con la pandemia, sin embargo, fue una suerte de “nacionalismo médico”, además de que prevaleció el egoísmo: puso el ejemplo de Canadá, una nación que ha hecho compras de vacunas “que ni siquiera está usando”.
Al hacer un balance de la situación actual de la pandemia, los investigadores abordaron la desigualdad mundial en el acceso a las vacunas e insumos médicos, subrayaron la importancia de poner énfasis en la educación y la dotación de servicios básicos.
Para Rosas, la estrategia de comunicación del gobierno mexicano en relación con la pandemia causó confusión. “A veces dicen una cosa y luego se retractan. Cosas como ‘no habrá dosis de refuerzo’. Y bueno, sea o no un negocio de las farmacéuticas, requerimos las vacunas”. En otro ejemplo, se refirió a las polémicas declaraciones del subsecretario Hugo López-Gatell sobre la vacunación de menores. La consideró inaceptable en un país con una larga tradición de vacunación. “Fue irresponsable, para decir lo menos”.
“Este tipo de narrativas genera confusión en la población, y desapego, genera una reacción antivacunas, que nos preocupa porque aquí, como en EU, hay un movimiento antivacunas”.
Los investigadores destacaron las enormes ganancias que han obtenido las empresas farmacéuticas, que con la aparición de la nueva variante volvieron a ver que sus acciones se iban al cielo.
Rosas recordó que la Organización Mundial de la Salud había programado una reunión para hablar de las “licencias obligatorias”, es decir, de la posibilidad de tomar las fórmulas de las vacunas, aun con las empresas en contra, para producirlas y entregarlas a los países que no han podido tener acceso.
“Esta reunión se suspendió con el pretexto de Ómicron. Fue la tormenta perfecta para las farmacéuticas y pienso que ahí estuvo su mano”.
La pandemia, por otro lado, ha hecho que otros temas de la agenda global pasen a un segundo plano. “Nos falta una visión integral u una reconciliación de las agendas de seguridad y desarrollo”.
Arturo Mendoza, director del Centro de Estudios Mexicanos de la UNAM en Sudáfrica, relató la manera cómo esa nación, con “un sistema de salud deplorable”, ha enfrentado la pandemia. Hizo un recorrido por los primeros seis meses de la pandemia, cuando Sudáfrica cerró sus fronteras y prácticamente prohibió la circulación de sus ciudadanos, incluso con militares en las calles. Las medidas incluyeron la prohibición del alcohol y el tabaco.
El 24 de noviembre, Sudáfrica informó al mundo sobre la identificación de la variante Ómicron. “En lugar de que le aplaudieran, lo que Sudáfrica recibió fue una especie de castigo”, con el cierre de fronteras de muchos países a sus ciudadanos y los consecuentes daños económicos.
Se trata de una especie de “segregación de salud. Aahora el enemigo es el que tiene el virus, el país que no controla, es una guerra de salud”.
Algo similar, recordó Rosas, a la estigmatización que padeció México hace una década, cuando apareció la epidemia de H1N1.