Madrid. México es un crisol de lenguas, con el español como idioma franco que convive con 68 grupos lingüísticos más, diseminados entre las poblaciones indígenas que se comunican en hasta 300 lenguas. Pero éstas “están en un retroceso innegable”, entre otras razones porque “en 200 años en México no ha habido ni hay políticas públicas eficientes para incentivarlas”, aseguró la directora adjunta de la Academia Mexicana de la Lengua, la catedrática Concepción Company Company.
El viernes pasado, en la sede de la Real Academia Española en Madrid, se celebró el 70 aniversario de la Asociación de Academias de la Lengua Española (Asale), proyecto que nació en México y que hoy es piedra angular de los vigilantes de nuestro idioma, actualmente hablado por más de 600 millones de personas en España, América, Filipinas y Guinea Ecuatorial. Además, como cada año, se presentó la Crónica de la lengua española 2021, radiografía de la situación del español en el mundo que en esta ocasión se centró en la convivencia del idioma con las otras lenguas de la región.
En entrevista con La Jornada, Company explicó que “es muy difícil decir en 20 páginas cuál es el estado del español en México; digamos que es multinormativo, multicultural, multilingüe, porque hay varios focos de irradiación y difusión lingüística. También hablamos de la relación de las lenguas indígenas con el español, la cual es compleja, aunque el español en México es profundamente mestizo. También hicimos un estudio sobre el corpus diacrónico y atópico del español de América, basado en textos escritos por americanos y nacidos en América”.
Pero sin duda lo que más preocupa del diagnóstico que presentó la Academia Mexicana de la Lengua es la profunda desigualdad que hay entre el español y las lenguas indígenas, históricamente maltratadas o marginadas, y que nunca han sido beneficiarias de políticas públicas claras y eficientes para incentivarlas. “México es multilingüe y con una vitalidad de lenguas indígenas notable, aunque en retroceso innegable, si no hay una política pública que lo impida. Llevamos 200 años sin una política pública de verdadera incentivación de las lenguas indígenas. No sirve de nada decir que son nuestro patrimonio, que son esenciales, hay que recordar a Miguel León-Portilla cuando decía que cuando muere una lengua, muere su patrimonio. Eso es cierto, pero no sirve de nada lamentarse, si no hay una política pública. Y en México no la ha habido nunca”, advirtió la académica.
Company añadió que “las Independencias fueron el remate para las lenguas indígenas; se van invisibilizando las lenguas indígenas al tiempo que se fortalece el español como idioma mestizado, porque hay, como sabemos, multitud de expresiones mixtas en las que el español pone las formas ligeras, como verbos o adjetivos ligeros (a todo mecate; a darle, que es mole de olla; moverse como chinicuil) en los que la lengua indígena pone las palabras de peso semántico. Hay cientos de esas expresiones, algunas hoy políticamente incorrectas, como: ‘buena pa’l petate y mala pa’l metate’. Hay cientos de esas expresiones que muestran una profunda cohesión de mundos y que también afecta no sólo al léxico, sino a modos de entender el mundo”.
La académica insiste en que para que una lengua indígena perdure se tienen que crear condiciones socioeconómicas para que el hablante de esa lengua no tenga que cambiar de idioma para tener un salario digno. “Cuidar las lenguas indígenas no se hace por decreto; hay que crear vidas dignas y cobros de quincena dignos en lengua indígena. Parece que no hay ni ha habido eco político a eso. Por ejemplo, si una fábrica automotriz se pone entre Puebla y Veracruz, en la zona fronteriza entre lengua totonaca y lengua náhuatl, sería más sencillo que el gerente y su equipo aprendieran náhuatl y totonaca a que mil 500 indígenas se castellanizaran en un español incipiente. Eso nunca se ha hecho, y esa política lingüística está probada con éxito en ciertas partes de Europa, como Ucrania o Cataluña”.
Opinó que “en el siglo XXI debe existir una política pública clara con las lenguas indígenas, pero parece que no hay una preocupación real por preservarlas. En México se da una situación paradójica del español: todos tienen la sensación de que fue una lengua impuesta, y claro que lo fue, hace 500 años, pero nadie habla ninguna otra lengua amerindia. Es decir, hay gran despreocupación, gran ignorancia, falta de interés, pero, al mismo tiempo, una sensación de poscolonialismo muy profundo incentivado por nuestros políticos desde hace 200 años, y ese desdén se convierte en discriminación”.