La apertura a la participación de las bases y los cuadros, en las condiciones propias de la pandemia, es la mejor fórmula para revitalizar la vida interna de los partidos políticos, así como para posicionarlos mejor ante la sociedad mexicana en la tarea común, desde el gobierno y desde la oposición, de construir y dar viabilidad a la agenda de cambios que demanda la nación.
Hemos insistido en este mismo espacio de reflexión que sólo la democracia interna, expresada en libre debate desde la provincia al centro del país, y no a la inversa, podrá fortalecer al sistema de partidos políticos, y desde ahí a todo el andamiaje institucional que sostiene a nuestra convivencia civilizada.
Ése es el espíritu que animó y permeó los trabajos de la XXIII Asamblea Nacional del PRI, un proceso de abajo hacia arriba que culminó este 11 de diciembre, en un nuevo formato que conjugó actividades presenciales con participaciones a distancia, apoyados en las nuevas tecnologías de la información, que permiten interactuar y debatir a miles de militantes.
Con el lema “Nuevos tiempos. Nuevos retos”, en cuatro mesas temáticas nacionales se hizo el análisis y se extrajeron resolutivos sobre el proyecto de país, la estrategia política, la vida interna y la prospectiva del partido, es decir, hacia dónde se dirige y cómo darle más competitividad en esta nueva etapa política. Esos temas se debatieron en todo el país, en reuniones de todos los sectores y todas las organizaciones territoriales.
Los acuerdos emanados de esas reuniones preparatorias fueron sometidos a consideración de la plenaria de la Asamblea este fin de semana, con lo cual se reformaron los estatutos, la declaración de principios y el programa de acción.
Fue un proceso amplio y horizontal de debate que inició desde el pasado 4 de octubre, cuando se instaló la Comisión Nacional Preparatoria, integrada por destacados cuadros que apoyaron en la organización, seguimiento, evaluación y validación de los trabajos.
Culminados los trabajos, en el tema del proyecto de país y la declaración de principios, el PRI se definió como un partido de centro-izquierda, en la vertiente de la socialdemocracia, y totalmente ajeno al neoliberalismo tecnocrático: “El partido promotor del más amplio acuerdo social para construir una guía que dé cauce al crecimiento económico para la generación de empleos, la elevación del ingreso familiar, la generación de oportunidades que se signifiquen en romper las grandes brechas de desigualdad, de exclusión y marginación”.
Por ello, asume como imperativa “la reforma del poder, para adecuar el régimen político y de gobierno en la perspectiva de una República que se democratiza, que construye nuevos equilibrios entre los poderes, que favorece la rendición de cuentas, la participación ciudadana, la generación de límites al ejercicio del poder en beneficio de las libertades ciudadanas y de los derechos humanos”.
En la estrategia política, se adopta como valor y forma de lucha esencial “seguir avanzando en la democratización interna del partido para definir con la militancia candidaturas y dirigencias, en procesos abiertos y claros”, sin cerrar las puertas a las alianzas.
Una militancia que demanda mayor igualdad social, equilibrio regional, seguridad para personas y familias y, en lo sectorial, saldar la enorme asignatura pendiente con el agro: “Un campo ordenado jurídica y socialmente, que produzca suficientes alimentos saludables para los mexicanos, granos básicos y proteínas que mejoren la dieta del pueblo, un campo rentable que genere ingresos dignos para los productores, en el que la pobreza y la desigualdad ya no sean sus divisas.”
Respecto a la vida interna, el partido asume un compromiso especial con los derechos políticos de las mujeres, un segmento que ha padecido discriminación ancestral en México y en el mundo: “El PRI mantiene y prioriza la inclusión y la participación de las mujeres en candidaturas y en la integración de sus órganos, así como también con una clara y enorme responsabilidad promoverá el combate contra la violencia política en razón de género”.
Asimismo, el compromiso con las nuevas generaciones: “La participación de jóvenes en el partido es prioridad absoluta y debe haber apertura para su participación en todos los niveles, organismos, sectores y organizaciones, accediendo a una de cada tres candidaturas, de mayoría y de representación proporcional”.
Finalmente, en la prospectiva, “el partido debe volver a su esencia y acción política; volviendo a las colonias, barrios, comunidades, ejidos; es decir, un partido de territorio”; además, un partido moderno, competitivo, que fiscalice las acciones del gobierno, a la manera de un “gabinete en la sombra”, que exija transparencia, y que coadyuve a un país más fuerte, igualitario y justo.
México es un país diverso en lo cultural, y plural en lo político, por ello requiere del concurso de todas sus expresiones ideológicas en el diseño y la operación del proyecto nacional, sobre todo en estos tiempos de globalización, donde los poderes internacionales de facto quieren sentar las reglas del juego en los países en desarrollo.