Quienes hoy acusan a Andrés Manuel López Obrador y a la directora del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), doctora María Elena Álvarez-Buylla, de querer destruir al Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) por medio de una limpieza ideológica al estilo de Robespierre o una masacre estudiantil inspirada en Tlatelolco están totalmente desinformados.
El nuevo director del CIDE, el doctor José Antonio Romero Tellaeche, es un académico de larga trayectoria que fue uno de los primeros egresados de la maestría en economía del CIDE, titulado con honores en 1979, y también ha dictado cátedra como profesor de la misma institución. Cuenta con un doctorado en economía por la Universidad de Texas, pertenece al nivel tres del Sistema Nacional de Investigadores y ha sido director del Centro de Estudios Económicos de El Colegio de México.
Sus credenciales académicas y su experiencia con la gestión educativa, además de su cercanía con la institución, lo convirtieron en un candidato natural para el puesto de director general. El único otro candidato para el puesto, Vidal Llerenas, es conocido más bien por su carrera política, primero como funcionario en la Secretaría de la Función Pública de Vicente Fox y posteriormente como diputado federal y alcalde de Azcapotzalco.
No tendría que haber sido sorpresa para nadie que primero las comisiones de auscultación y posteriormente la directora del Conacyt y la junta de gobierno del CIDE resolvieran en favor de Romero, siguiendo de manera estricta la normativa en la materia. Se eligió sin duda el perfil más académico y profesional y los disidentes actuales jamás postularon candidato alternativo alguno.
Es cierto que el nuevo director ha expresado su auténtico deseo de recuperar el espíritu original del CIDE: “Mi principal anhelo es que el centro siga adelante, que regrese a sus orígenes, un CIDE preocupado por su comunidad”.
Pocos lo saben, pero el CIDE se fundó en 1974 como un centro de pensamiento crítico latinoamericanista al servicio del desarrollo soberano de México. Gran cantidad de los primeros docentes provenían del exilio sudamericano, de Chile, Argentina, Uruguay y Brasil, donde habían sufrido brutales golpes de Estado y eran perseguidos por sus ideas libertarias y de izquierda.
Sin embargo, a partir de la llegada fraudulenta de Carlos Salinas a la Presidencia en 1988 se emprendió una brutal limpieza ideológica de la institución con la sustitución de casi la totalidad de la planta docente. Bajo las direcciones de Carlos Bazdresch, Carlos Elizondo y Enrique Cabrero, la institución fue convertida “en un think tank de los sucesivos gobiernos neoliberales… en una fábrica de licenciados orientados a ser empleados de empresas privadas, regidas por el afán de lucro, y de empleados gubernamentales preocupados por favorecer las políticas de privatización”, de acuerdo con la doctora Margarita Favela, quien estudió y laboró en la institución durante los años 80 y 90 (https://bit.ly/3EPVqg4).
Nadie cuestiona la calidad de la producción académica de la planta docente actual. El hecho de que la vasta mayoría de los profesores-investigadores hayan tenido que pasar por un filtro ideológico pro-neoliberal antes de llegar a sus puestos no implica que no sean también académicos serios. Y el retorno al espíritu originario del CIDE de ninguna manera implica la repetición de las purgas salinistas, sino todo lo contrario: significa una apuesta por la verdadera pluralidad ideológica e institucionalidad democrática.
Para nadie es un secreto, por ejemplo, la enorme discrecionalidad presupuestal ejercida por el CIDE durante el periodo neoliberal. La triangulación de fondos por medio de fideicomisos y consorcios ya se había vuelto costumbre y el nuevo director del CIDE ha denunciado abusos inaceptables, como el de otorgarle un puesto académico al chef de la institución.
En este contexto, lo mínimo que debe hacer cualquier nuevo director es reacomodar su equipo de trabajo. Los cambios en la Secretaría Académica y la Dirección de la Sede Región Centro no responden a cuestiones ideológicas, sino única y exclusivamente al derecho de cualquier director a contar con un equipo directivo de su confianza. Se les ha respetado plenamente los derechos labores a los doctores Catherine Andrews y Alejandro Madrazo, quienes hoy mantienen sus puestos de investigadores en la institución.
Los alumnos son quienes más se beneficiarán con los cambios. La pulcritud financiera permitirá canalizar más recursos hacia su bienestar y la pluralidad académica enriquecerá su visión del mundo. Adicionalmente, a partir de 2022 se cancelará cualquier tipo de colegiatura en todos los centros públicos de investigación.
La doctora Álvarez-Buylla ha convocado a la comunidad del CIDE a un diálogo abierto este lunes 13 de diciembre de 12 a 14 horas (https://bit.ly/320FARm). Hagamos votos para que los estudiantes, profesores y administrativos concurran de manera pacífica y propositiva al encuentro, evitando caer en las provocaciones generadas por actores externos que quieren usar el CIDE para empujar sus agendas políticas e intereses personales.