El final del año está cada vez más próximo. Sin duda, 2021 ha sido complejo y desafiante. Un año con aprendizajes, lecciones y reflexiones aún sin concluir. Un año con algunas acciones realizadas, otras a medio camino y muchas más que se han quedado en el tintero. Como decían en la antigua civilización griega, tal vez nos encontremos en un kairós, en un tiempo oportuno para hacer un alto, pensar concienzuda y afectivamente, y realizar un balance, por complicado que éste pueda parecer. El Día Internacional de las Personas Defensoras de Derechos Humanos, y también el Día Internacional de los Derechos Humanos, apenas conmemorados, nos sitúan en un contexto adecuado de espacio y tiempo para ello.
En materia de derechos humanos, en 2021 hemos presenciado logros, la mayoría originados por colectivos de víctimas y sobrevivientes, por la sociedad civil y la academia. Entre ellos se cuentan la creación del Mecanismo Extraordinario de Identificación Forense y la reciente visita del Comité contra la Desaparición Forzada de Naciones Unidas; la resolución de la Suprema Corte de Justicia de la Nación sobre la medida precautoria contra la comercialización del maíz transgénico, y la de la quinta sala penal del Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad de México, a propósito del feminicidio de Lesvy Berlín Rivera Osorio, las cuales generan precedentes importantes en materia de derechos colectivos y del derecho de las mujeres a una vida libre de violencia. Destacan igualmente el regreso a las calles y a los espacios públicos de niñas, mujeres y colectivos feministas para buscar verdad, justicia, reparación y no repetición en diversos contextos, como el #8M y el #25N, e igualmente la firma y ratificación del Acuerdo de Escazú por el Estado mexicano, los 10 años de la reforma constitucional en materia de derechos humanos y la dignificación salarial en el país. Todo ello, sin embargo, en medio de cambios profundos y rompimientos de situaciones y procesos denominados también como “crisis”. Entre ellas, humanitaria, de estatalidad y de derechos humanos.
A continuación se presentan algunos ejemplos: la humanitaria, debido a las desapariciones forzadas de manera sistemática y generalizada. Lamentablemente el número de personas desaparecidas en el país asciende a más de 95 mil y a 52 mil fallecidas sin identificar. Acerca de la crisis de estatalidad, Sandra Serrano y Daniel Vázquez afirman que a la vez que el Estado es el principal protector y garante de los derechos humanos, es también su principal transgresor. Y es que el contexto de violaciones graves a derechos humanos en México es también consecuencia de la falta de voluntad política, capacidad y coordinación de autoridades en sus tres niveles y ámbitos de competencia. Especialmente de las instituciones que administran e imparten justicia.
Como referente de ello es necesario mencionar la más reciente aprobación al marco legal de la Fiscalía General de la República. Y cómo no aludir a la militarización de la seguridad pública, en sustitución de una seguridad a cargo del poder civil, así como a la implementación de una política migratoria enfocada en la seguridad nacional, y no en la seguridad humana. Se suma a ello el incumplimiento de sentencias y recomendaciones al Estado mexicano en materia de derechos humanos. Con respecto a la crisis de éstos, México es uno de los países más peligrosos en el mundo para defenderlos y promoverlos, ya que las personas y organizaciones que realizan esta trascendental labor tienen una alta probabilidad de ser criminalizadas, estigmatizadas, descalificadas, hostigadas y hasta privadas de la vida.
Todo lo cual se materializa en medidas políticas, legales y fiscales en contra de las organizaciones de la sociedad civil. Y qué decir de los 10 feminicidios diarios que acontecen en la nación, aunados a la justicia tardía, ya que la impunidad hace que los casos y procesos judicializados y con sentencia sean la excepción y no la regla, como apunta la doctora Karina Ansolabehere. Retomando una idea de Antonio Gramsci, es posible que estemos en el interregno. Es decir, en un tránsito donde lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de nacer. Pero seguir sin detenernos sería como dejar pasar este momento de la historia sin abrir los ojos y recolocar la memoria. Ello podría incluso impedir que respiremos nuevos aires y levantemos la mirada para observar no sólo el árbol, sino el bosque completo, con la firme esperanza de ver los cielos nuevos y la tierra nueva, como sostenía el pueblo hebreo en medio del exilio en Babilonia.
Y es aquí donde cobran más sentido unas palabras de Almudena Grandes, quien dijo: “remando a contracorriente, contra toda lógica, todo pronóstico, se erigieron los muros de este fuerte que aún resiste. Algunas luchas son más dulces que cualquier victoria. Algunos caminos importan más que el triunfo de llegar primero a la meta”.