En el contexto del difícil, tentativo y aún incompleto empeño de recuperar una cierta “normalidad” (a estas alturas, no tengo la menor idea de cuál es el significado de esta aterradora palabra) en la realización de actividades musicales presenciales, el domingo 28 de noviembre se presentó en la Sala Nezahualcóyotl la Academia de Música Antigua (AMA) de la UNAM, joven ensamble fundado en 2017 y dirigido por Eunice Padilla. Al menos hasta ahora, el rubro “música antigua” que da nombre y esencia al grupo se refiere, sobre todo, a un amplio espectro de la música barroca; falta saber si en el futuro la vocación de la AMA incluirá la exploración de músicas medievales y renacentistas.
Un primer acierto de la AMA: montar un programa basado en música de compositores (y una compositora) que no son para nada usuales en los conciertos de música barroca: Antonio Troilo, Giovanni Legrenzi, Johann Rosenmüller, Isabella Leonarda. Y junto a ellos, la figura monumental de Claudio Monteverdi; es probable que el punto culminante de este programa de la AMA de la UNAM haya estado en la interpretación de tres de los espléndidos madrigales del gran maestro cremonés: Lamento della ninfa, Non havea ancora Febo y Si tra sdegnosi pianti, sobre textos de Ottavio Rinuccini, obras que conforman una unidad conceptual y expresiva al interior de los Madrigales guerreros y amorosos (Venecia, 1638), una de las colecciones de música vocal más destacadas de su tiempo y, por qué no decirlo, de todos los tiempos. Acierto dentro del acierto: programar compositores entre los que existieron interacciones diversas, lo que dio al programa un doble interés, histórico y estilístico. Así, por ejemplo, la inesperada presencia del alemán Rosenmüller en un programa dedicado a la música del seicento en el norte de Italia. Resulta que Rosenmüller salió huyendo, literalmente, de Alemania, perseguido por homosexual, y fue a recalar a Venecia, donde además de trabajar en el Ospedale della Pietà que fue el centro de operaciones de Antonio Vivaldi, estuvo en contacto con Legrenzi. Y toda la música que se conoce de Troilo fue publicada en Venecia, en cuya imponente Basílica de San Marcos tuvo Monteverdi sus tres mejores décadas de productivo trabajo. Sorprendente, también, la solidez de las obras de la muy productiva monja de Novara, Isabella Leonarda.
Las músicas instrumentales de estos caballeros y la dama mencionada fueron interpretadas con una cualidad sobresaliente: el buen balance de timbres, dinámicas y sonoridades. En la ejecución de las piezas vocales, en particular las de Monteverdi, destacaron numerosos apuntes de estilo, fraseo y articulación que se deben al trabajo de preparación vocal, evidentemente minucioso y con conocimiento de causa, realizado por Paola Gutiérrez. Por cuestiones de mero gusto personal, suelo preferir una mayor presencia de los instrumentos del continuo, particularmente el órgano y el clavecín, pero eso no es un problema, sino una decisión de equilibrio perfectamente válida. Otro punto de interés en este buen programa de la AMA: las diversas muestras de sonatas y sinfonías incluidas en el repertorio, porque no se parecen en nada al concepto posterior, que conocemos más, de unas y otras.
La deliciosa cereza que coronó este concierto, bien programado y ejecutado, fue el luminoso madrigal Damigella tutta bella, de Monteverdi, dirigido por Paola Gutiérrez con mano férrea y precisa en cuanto a los retos rítmicos de la pieza. Resultado: el bis hubo de ser bisado, y la segunda versión fue igual de disciplinada y, a la vez, se convirtió en un gozoso jolgorio de perfil casi tropical, que de seguro hubiera divertido mucho a don Claudio.
De manera general, es evidente que, para ser un grupo con apenas cuatro años de trabajo en un ámbito tan complejo y especializado, la AMA de la UNAM ya tiene sólidas bases de trabajo y logros audibles en sus interpretaciones. Ojalá que, en un futuro próximo, muy próximo, la AMA pueda incorporar a sus filas un buen número de suonatori de cornetts y sackbutts, y trompetas y cornos naturales, y oboes barrocos y percusiones, cuya inclusión signifique, a la vez, nuevos retos y la posibilidad de abordar repertorios más ambiciosos en su dotación.