En la mañanera de ayer, el presidente Andrés Manuel López Obrador se refirió al cambio que su gobierno ha realizado en materia de producción de oro negro, en el sentido de no destinar mayores recursos –como cuantiosamente lo hicieron en el periodo neoliberal– a la extracción de crudo en el norte de la República o en aguas profundas (recuerdan el famoso “tesorito”), “donde no hay petróleo o cuesta mucho extraerlo”.
Se trata, dijo, “de destinar la inversión donde está el petróleo, en tierra, en aguas someras, en el sureste. Y estamos explorando, hemos corrido con suerte y encontrado nuevos yacimientos, disminuyendo el costo de extracción, que ya estaba cerca de 15 dólares por barril; ahora estamos extrayendo petróleo a costos de 4 dólares por barril. Estos son los cambios que estamos llevando a cabo. Durante mucho tiempo la mitad de la inversión en Pemex se destinó a eso, al norte. Y uno dice ¿por qué? Por la corrupción, porque no les importaba, aunque parezca increíble, extraer petróleo o extraer gas, lo que les importaban eran los contratos que se entregaban, jugosos contratos a empresas nacionales y sobre todo a empresas extranjeras”.
El mandatario redondeó con lo siguiente: “Tenemos que cuidar los recursos, no actuar de manera irracional, y, al mismo tiempo, haciendo el compromiso de no extraer más de lo que necesitamos para nuestro consumo interno. No vamos –aunque tenemos reservas– a extraer más de 2 millones de barriles diarios mientras estemos en el gobierno, porque tenemos que ser responsables y entregar a las nuevas generaciones la herencia que les corresponde, no podemos nosotros achicar los campos petroleros”.
Las directrices las había marcado, pero llama la atención lo relativo a los costos de extracción por barril, porque el régimen neoliberal no sólo se dedicó a tirar dinero donde no había petróleo con el fin de beneficiar al capital privado participante en el mercado nacional, sino que aumentó brutalmente ese costo, caracterizado, antes de la tecnocracia, por ser uno de los más bajos a escala internacional.
Para conocer de qué proporción fue el mandarriazo, la información de Petróleos Mexicanos (Pemex) revela que de 2001 (con Vicente Fox en Los Pinos) a 2018 (con Enrique Peña Nieto), el aumento en el costo promedio de producción del barril mexicano fue de 411 por ciento, al pasar de 3.34 a 13.73 dólares, respectivamente, a la par de que la extracción de crudo iba de mal en peor. En la inercia, este último precio creció a 14.06 dólares en el primer año de gobierno de López Obrador (si se incluye, el incremento en el periodo fue de 421 por ciento).
Así, el citado costo de producción se incrementó 24 por ciento en el sexenio de Fox, 66 por ciento en el de Felipe Calderón y 200 por ciento en el de Peña Nieto; todo, desde luego, con cargo a las finanzas de Pemex. Sólo como referencia, en 2020 ese mismo costo bajó 20.7 por ciento (a 11.15 dólares) respecto del año previo.
Por cierto, ¿qué incluye el citado costo de producción? Pemex lo detalla: “Todos los costos directos e indirectos incurridos en la producción de petróleo crudo y gas, incluyendo los asociados a la operación y mantenimiento de pozos, equipos e instalaciones, relacionados; mano de obra para operar pozos e instalaciones, materiales, insumos y combustible consumido, incluyendo el gas para bombeo neumático, nitrógeno y otros productos químicos; reparación y mantenimiento no capitalizables y otros costos, tales como honorarios, servicios generales, reserva laboral para los empleados asociada al personal activo, servicios corporativos y gastos indirectos de administración. Excluye gastos que no son en efectivo, como la amortización de inversión y gastos capitalizables en los pozos, la depreciación de activos fijos, así como los gastos asociados a la distribución y manejo de los hidrocarburos y otros gastos relacionados con la exploración, desarrollo y actividades de perforación”.
Las rebanadas del pastel
En eso de tirar dinero de la nación, y más allá del costo de producción, con Peña Nieto México registró la producción petrolera más baja desde 1980, mientras los consumidores pagaron precios históricamente elevados por los combustibles. Además, la refinación se desplomó 40 por ciento, las reservas de crudo equivalente se hundieron 43 por ciento, el valor de la exportación cayó 58 por ciento, la deuda de Pemex rebasó los 100 mil dólares y la importación de gasolinas y diésel representó 75 por ciento del consumo interno.