Al acercarse el final de 2021 casi todo mundo parecía dispuesto a celebrar que, ¡por fin!, se había dado vuelta a la página de la pandemia. A pesar de las prevenciones en contrario, se sucedían los anuncios de que dejarían de aplicarse, o se reservarían sólo para situaciones excepcionales, incluso las medidas más elementales: el uso de mascarillas, la distancia interpersonal mínima, la prohibición de actos multitudinarios. Este ambiente casi festivo fue interrumpido abruptamente por la aparición de una nueva variante de preocupación del virus –ómicron– secuenciada y dada a conocer en Sudáfrica. Al anuncio siguió el desorden, o algo muy parecido. Numerosos países, sobre todo avanzados, y algunos bloques regionales se apresuraron a poner en vigor acciones no coordinadas en materia de control o prohibición de viajes y precipitaron el reforzamiento de las vacunas. Se reaccionó como si no se hubiera aprendido lección alguna del año y medio transcurrido desde que se declaró la pandemia. Tres semanas después, es todavía más lo que se ignora de la nueva variante que lo poco que se sabe de ella; de sus características básicas, incluyendo trasmisibilidad y letalidad, y de sus consecuencias. Sin embargo, todo mundo habla de ómicron…
Mientras se sabe algo más, dedicaré esta nota a un rápido repaso de una de las experiencias nacionales más ilustrativas, la de Brasil. Me apoyo en fuentes periodísticas, en especial el artículo de Michael Pooler, “Brazil emerges from Covid ‘nightmare’ through vaccination blitz”, aparecido en el Financial Times el 26 de noviembre.
La experiencia de Brasil con la pandemia se ha caracterizado por marcados contrastes y altibajos. En la primavera boreal del presente año, en medio de una devastadora segunda oleada, se convirtió en el epicentro global de la pandemia, con el registro de más de 4 mil 200 fallecimientos diarios en algunas fechas de abril. Este número se redujo sostenidamente y para algunas semanas de noviembre había caído a un promedio diario de menos de 200, que equivale a una tasa por 100 mil habitantes inferior a las registradas ese mes por Estados Unidos, la Unión Europea o Reino Unido.
Un antiguo ministro de Salud, citado por el periódico, expresó: “Brasil está saliendo de la pesadilla y la principal razón que lo explica es la muy amplia cobertura de la vacunación”. El artículo recuerda que el presidente brasileño alguna vez calificó al Covid-19 como “una gripe leve”, se mofó del uso de mascarillas y se opuso al cierre o suspensión de actividades. Un comité del Senado brasileño ha recomendado que se juzgue al presidente por su mal manejo de la crisis sanitaria. En realidad, el número total de víctimas mortales de Covid-19 en Brasil (615 mil) es el segundo mayor en el mundo, sólo detrás de Estados Unidos.
“Tras un comienzo lento y de enfrentar problemas de disponibilidad, ahora 64 por ciento de la población de Brasil ya ha sido inoculada, lo que coloca al país bien por encima del promedio mundial de 44 por ciento y en el segundo lugar entre las 10 naciones más pobladas. El número de dosis administradas en Brasil es el cuarto mayor del mundo… Más de 75 de cada 100 brasileños han recibido por lo menos una dosis.” La amplia aceptación de las vacunas ha tenido gran importancia. Una encuesta conjunta del Banco Mundial encontró que sólo tres de cada 100 brasileños se niegan a ser vacunados: la menor proporción en América Latina y el Caribe, cuya media de rechazo es de 8 por ciento, una de las más bajas en el mundo.
Brasil no pudo asegurar en forma oportuna el suministro de vacunas por uno de los proveedores externos. Ante esta situación, “se estableció una asociación entre el Instituto Butantan de Sâo Paulo y la compañía farmaceútica china Sinovac”, mediante la cual se obtuvieron los primeros envíos de vacunas que empezaron a administrarse en enero de 2021. Después ganaron importancia los suministros tanto de Pfizer como de AstraZeneca. “Esta última está siendo producida por la Fundación Osvaldo Cruz (Fiocruz) en Río de Janeiro… el ministerio brasileño de Salud asumió el riesgo financiero de realizar las primeras compras de AstraZeneca antes de que concluyeran los ensayos clínicos de la vacuna.” Más adelante en el año, “AstraZeneca transfirió tecnología a Fiocruz para permitirle efectuar la producción completa de la esencia de la inmunización, es decir, del ingrediente farmaceútico activo.
“La combinación de la vacunación y la inmunidad resultante del gran número de contagios representa una ‘ventaja comparativa’ para Brasil, aunque todavía sería muy prematuro proclamar victoria –declaró José Gomes Temporâo, un exministro de Salud–. El hecho de que ahora haya una situación epidémica relativamente estable no excluye la posibilidad de nuevos brotes, resultado de otras variantes o de los conocidos altibajos con que el Covid-19 suele manifestarse en el mundo.”