Victoria Rodríguez Ceja ha sido ratificada como miembro de la junta de gobierno del Banco de México (BdeM) y será su próxima gobernadora. La votación en el Senado fue de 78 votos a favor, 21 en contra y 10 abstenciones. Votaron por ella, Morena, PVEM, PT, PES, PRD y la mayoría del MC. Votaron en contra PRI y PAN y se abstuvieron los senadores independientes. Antes de la votación, Rodríguez Ceja compareció ante senadores donde reconoció “la importancia de mantener un mandato único y un respeto irrestricto a la autonomía del Banco de México”, ya que son indispensables para mantener certidumbre y, con ella, un buen funcionamiento de la economía.
Esta declaración fue conveniente para que las resistencias presentadas por la oposición. respaldadas por los opinadores profesionales sobre el desempeño económico, y por los llamados eufemísticamente mercados, perdieran sustento. Pero también, y más relevante, revela el punto de vista del gobierno de la 4T sobre el BdeM. Sabemos que el mandato único y la autonomía del banco central son logros del proyecto neoliberal, operado por la aplanadora priísta que funcionó en los tiempos del salinismo. Fueron parte del llamado nuevo consenso monetario, que logró en muchos países bancos centrales autónomos y con mandato único.
Con esta concepción neoliberal fue creado el Banco Central Europeo (BCE). En contraste, la Reserva Federal de Estados Unidos, la Fed, no aceptó la propuesta de mandato único, reivindicando su mandato dual: la más baja inflación, compatible con la menor tasa de desempleo. El desempeño de estas dos instituciones bancarias durante la crisis de 2007-2008, resulta muy contrastante. La Fed reaccionó muy rápidamente llevando las tasas de interés a su límite mínimo. El BCE, por su parte, secundó inicialmente la reducción de las tasas, pero pronto la suspendieron porque percibieron presiones inflacionarias.
La Fed, ante la gravedad de la contracción, instrumentó una audaz política de relajamiento monetario haciendo compras masivas de valores financieros emitidas por entidades financieras privadas. El BCE, en cambio, elevó las tasas de referencia. La economía estadunidense pronto detuvo la contracción y después de 18 meses recuperó el nivel que tenía en junio de 2007. La Unión Europea, con una política monetaria restrictiva decidida por un banco central con un mandato único, tardó 60 meses en recuperar el nivel económico que tenía a mediados de 2007.
En este contexto, sostener que es indispensable el mandato único del BdeM, es decir ocuparse fundamentalmente de mantener estabilidad de precios, resulta muy cuestionable. Los diseñadores de las reformas neoliberales en México, al otorgarle autonomía al banco central y un mandato único señalaron expresamente la necesidad de liberar al banco central de presiones desde la presidencia demandando crédito primario, es decir, emisión de dinero, ya que esto producía inevitablemente inflación. Tras casi 30 años de dedicarse autónomamente a combatir la inflación, efectivamente la inflación se controló. Pero, indudablemente esta política tuvo costos en términos de crecimiento y creación de empleo.
Un ejemplo ilustra estos costos. En el momento más intenso de la crisis global que golpeaba a la economía mexicana, el gobierno de Felipe Calderón como parte de los acuerdos tomados por el G-20 acordó inyectar importantes recursos fiscales para detener la contracción. Sin embargo, esto no se concretó porque la junta de gobierno de nuestro banco central suspendió su política de reducción de tasas de interés, que había llevado a cabo durante varios meses debido a que percibió presiones inflacionarias. En un momento en que era indispensable estimular el uso de crédito por parte de los agentes económicos, el BdeM hizo justo lo contrario. Detuvo las disminuciones de tasas y pronto empezó a incrementarlas, elevando los costos por el uso del crédito, desestimulando la inversión. Consecuentemente, la economía mexicana se contrajo ese año más de 6 por ciento.
Por ello, se ha planteado insistentemente la necesidad de corregir la reforma neoliberal que le dio al banco central un mandato único, de modo que tuviera un mandato dual, como el de la Fed. No se trata de que el BdeM financie al gobierno federal emitiendo circulante. Se trataría simplemente de obligar a su junta de gobierno para que incorpore en el razonamiento que hacen para determinar la política monetaria, las consecuencias de sus decisiones sobre el crecimiento y el empleo.
La nueva composición de la junta de gobierno, con cuatro miembros nombrados por este gobierno, abría la posibilidad de recuperar la unidad de la política económica, usando razonamientos similares para determinar la política fiscal y la monetaria. Desafortunadamente, la llegada de Victoria Rodríguez, que por supuesto celebramos, no nos llevará a esa corrección.