Si el equipo de futbol Napoli FC no hubiera fichado a Diego Armando Maradona, y a Paolo Sorrentino no le hubieran ofrecido entradas para un partido, habría pasado la noche del 5 de abril de 1987 con sus padres en su casa de las montañas. Habría respirado el monóxido de carbono que se escapaba de un calentador defectuoso, como ellos, y habría muerto un mes antes de cumplir 17 años.
Es ahora, a los 51 años, dos décadas después de una carrera que le ha traído aclamación y todos los premios de los que se ha oído hablar: un Óscar, Baftas, Globos de Oro, el del jurado de Cannes, mucho dinero de Netflix, que el mejor director vivo de Italia ha abordado el cataclismo que definió su vida.
La Mano de Dios (È Stata La Mano Di Dio) es un relato ficticio de su adolescencia en Nápoles, llamado así por el genio del futbol argentino que sin saberlo le salvó la vida. Es la obra más personal de Sorrentino, una historia en la que una infancia feliz en el sur de Italia da paso a la tragedia. También es su mejor película desde su obra maestra de 2013, La gran belleza.
Fue Roma, de Alfonso Cuarón, dice a The Independent, que se basó en la infancia del director en la Ciudad de México, la que le dio la idea de dedicar su vivencia al cine: “Me di cuenta de que una película personal y privada podía contar una historia universal”.
En La Mano de Dios el joven Sorrentino es Fabietto Schisa, interpretado por Filippo Scotti. Es un chico delgado y soñador, que deambula por las calles con auriculares a todo volumen. Su madre, María, es interpretada por Teresa Saponangelo y su padre, Saverio, por el antiguo colaborador de Sorrentino, Toni Servillo.
Nápoles de finales de los años 80 no es un lugar saludable; tiene un sentido caótico. El padre de Paolo trabajaba en un banco; los Sorrentino eran de clase media. “El contenido es muy distinto de mis películas anteriores, así que tuve que poner mi estilo patas arriba”, señaló.
Por primera vez no trabajó con su director de fotografía Luca Bigazzi. “Exigía un enfoque mucho más limpio, con menos artificio del movimiento de la cámara, la iluminación, todo eso. La estética no era mi principal preocupación. Las ubicaciones eran mi interés”, sostuvo. María y Saverio se sientan uno al lado del otro, asienten y no se despiertan. En el hospital, los médicos dicen a Fabietto y Marchino que sería mejor que los niños no vieran los cuerpos. El primero llora furiosamente en la sala de espera.
Todo es cuestión de ver, como el árbitro que no vió la mano de Diego Armando Maradona ante Inglaterra en el Mundial México 86.
“Ver expresa la esencia de mi trabajo, mi profesión. Es obsesión mirar. Cuando no puede hacerlo sufre mucho. Los cineastas existimos por esa capacidad”, agregó Sorrentino.
Las últimas etapas de la película exploran la ironía del destino: si no hubieran muerto sus padres Sorrentino nunca habría encontrado su camino en el cine.
Libertad
“Creo que el mayor grado de libertad a menudo puede venir con una falta de ella. Cuando se tiene, terminas no haciendo lo que ibas a hacer. Esa fue la posición en la que me encontré a los 17 años, cuando estaba completamente libre, pero sin saber qué hacer. La única forma en que exploté mi libertad fue convirtiéndome en cineasta”, destacó. Como dice un personaje: “El cine no es bueno para nada, excepto como una distracción de la realidad”.
La jugada Mano de Dios es un punto de partida para Sorrentino, pero la cinta también se basa en temas familiares: lo perdido y el anhelo, los jóvenes y los viejos, religión, arquitectura, mar, baile, nobleza arruinada.
“Las películas que he hecho han sido impulsadas por mi curiosidad por explorar diferentes mundos misteriosos, para mí. Aquí fue todo lo contrario, es el único mundo con el que estoy familiarizado.
“Quería un chico tímido, como muchos adolescentes, que no haya encontrado su lugar en el mundo y se sintiera incómodo con la vida”. Scotti tiene más que un parecido pasajero con otro actor juvenil, Timothée Chalamet.
Las mujeres siempre han tenido un lugar central en el trabajo de Sorrentino, a menudo retratadas con reverencia y erotismo sin disculpas. El realizador no ha escapado a las críticas feministas. En el clima cultural actual, su sensualismo descarado se siente anticuado. “Ha habido reclamos muy justos, pero han causado una confusión sobre lo que se puede hacer. Tengo la suerte de hacer lo que quiero, pero lo que me preocupa es el escepticismo sobre estos aspectos maravillosos de nuestra vida, como la sensualidad y el erotismo. La representación de una mujer por un director no puede existir sin una cualidad onírica. Para mí, las mujeres son el sueño que tengo de ellas”.
Esperanza y alegría
La Mano de Dios llegará a Netflix el 15 de diciembre. Maradona salva la vida de Sorrentino. La película da la sensación de que también salva Nápoles, trayendo esperanza y alegría a una ciudad a menudo ridiculizada como la arena en la bota de Italia. Después del fatídico partido en la Copa Mundial de 1986, uno de los tíos de Fabietto dice que el incidente de la Mano de Dios es una retribución por la guerra de las Malvinas.
En Inglaterra el suceso del argentino se ve de manera algo diferente, se le comentó.
“Lo sé –ríe–. Cuando llegué a Inglaterra en 1987 me aconsejaron que no mencionara a Maradona por cómo era percibido. Pero así es la vida. Lo que es una injusticia para algunos es la seguridad para otros. Mientras la Mano de Dios era el acto más puro de hacer trampa en un partido, 20 minutos después Maradona anotó el gol del siglo. Fue un partido histórico. Tanto es así que un año, como regalo de cumpleaños, mi esposa me dio una fotografía de la Mano de Dios autografiada por Peter Shilton (portero de Inglaterra)”. El argentino murió antes de ver la película. “Es una gran pena. Uno de mis sueños era mostrársela”.
Se rumora que su próximo trabajo será algo con Jennifer Garner, y aclaró: “He terminado con lo político. Lo hice cuando era joven y estaba listo para pelear. En Italia, hacer una película sobre un político vivo se vuelve muy estresante, mucho más allá del objeto cinematográfico. Ya no estoy para lidiar con eso”.
Comentó: “He tenido mucho del cine. Mis ambiciones han cambiado. Ahora son más pequeñas. Enfoqué los primeros 20 años de mi carrera en cómo caminar en el escenario. Ahora es apropiado para mí centrarme los próximos 20 años en cómo salir”.
–¿Es posible la felicidad cuando está quieto, o sólo cuando está en movimiento?
–Tampoco soy pesimista. Creo que sólo los niños pueden ser felices cuando la responsabilidad del mundo recae en los hombros de otra persona y estás completamente despreocupado. Perdí eso antes que la mayoría de la gente debido a mis tragedias personales. En ese punto, pierdes toda posibilidad de ser feliz.