Milán. El Teatro de La Scala abrió ayer su temporada 2021/2022 con el Macbeth de Giuseppe Verdi (1813- 1901), el evento cultural del año en Italia, realizado cada 7 de diciembre en los pasados 70 años, en el marco de los festejos de San Ambrosio, patrón de la ciudad.
El entusiasmo del regreso al espectáculo en forma presencial vibraba en el teatro después de que el año pasado el Covid obligó a hacerlo sólo por streaming. Las medidas ante el incremento de contagios sólo permiten entrar al público bajo la condición de presentar certificado de vacunación y usar cubrebocas.
Presente entre el público, Sergio Matarella, en su última aparición como presidente de la república, cuyo mandato terminará en febrero, recibió durante seis minutos una ovación de pie de parte del público, aplausos intercalados con los gritos de un bis.
En la baqueta estuvo Riccardo Chailly, director musical de La Scala, considerado el mayor experto de Verdi en el mundo. Lo acompañó un póker de cantantes brillantes que han participado repetidas veces a las premieres del recinto: la soprano Anna Netrebko (Lady Macbeth) y el barítono italiano Luca Salsi (Macbeth), acompañados por el bajo-barítono Ildar Abdrazakov (Banco) y el tenor Francesco Meli (Macduff).
Chailly completa así la trilogía juvenil de Verdi, iniciada en las prémieres de La Scala de 2015 con Juana de Arco (1845), interpretada por la misma Anna Netrebko; seguida por Atila (1846) en 2018 y ahora con Macbeth (1847). Según Chailly, “tales antecedentes le han permitido a Anna trabajar con los cambios tímbricos requeridos por el compositor para subrayar las condiciones sicológicas de los personajes, teniendo que doblegar, en ciertos casos, la belleza de la voz de Anna para crear sonidos desagradables, que expresen la perfidia de Lady Macbeth”.
Es la cuarta vez que se presenta Macbeth en La Scala, separadas cada una por dos décadas. Fue una opera constantemente relaborara por el maestro, mostrándose raramente en el cartelón durante su época.
Chailly anotó “cómo la edición crítica de 2005 de la editorial Ricordi impuso un estudio y una ejecución completamente nueva de esta obra de Verdi”. El baile del tercer acto, por ejemplo, no fue recortado como solía ocurrir y el coreógrafo estadunidense Daniel Ezralow siguió su petición de realizarla como una pantomima, integrando a los protagonistas en las escenas de baile.
Shakespeare amaba Italia, país que le inspiró un cuarto de sus 37 obras escritas. A su vez, el escritor fue también admirado desde la juventud por Verdi, quien le dedicó tres de sus óperas a partir de la juvenil Macbeth (1847), seguida por Otelo (1887), hasta la última de sus óperas a los 80 años, el Falstaff (1893). Trabajó, asimismo, el Rey Lear, del cual dejó tres libretos inconclusos. Con Shakespeare, Verdi incursionó en la representación de las pasiones del ánimo humano.
En su quinta premier en La Scala, la dirección de escena es de Davide Livermore, quien aportó una de las transformaciones más visibles y quizás trascendentes de esta edición, acelerada por la experiencia de la pandemia, rompiendo con el teatro tradicional para asimilar lenguajes arrebatados al cine y los videojuegos, creando una estética distópica, inspirada en Inception, de Christopher Nolan.
Larga ovación sella éxito
Así, la ambientación de la Escocia medieval shakespeariana se convierte en una megalópolis cualquiera, lo suficientemente familiar para recordar que la tiranía, la lucha criminal por el poder que pisa los derechos del hombre, no es un hecho lejano del pasado, sino que nos sigue afectando.
El espectáculo estuvo pensado para atraer no sólo al público de las 2 mil butacas del teatro, lleno por completo a pesar de los precios siderales, sino también para el “otro” auditorio, el de 2 millones de espectadores que lo presenciaron en transmisión directa en cine y televisión en toda Europa.
“En los pasados dos años, los eventos de La Scala han logrado los mayores records de difusión en la historia de la RAI (radio y televisión italianas)”, apunta Livermore.
Se ha jugado con la tecnología ledworld, que permite crear un escenario con realidad aumentada al insertar cámaras en distintos rincones que aportan una vista integral. El uso de muebles es mínimo, lo sustituyen con el uso de objetos movidos verticalmente por maquinarias que suben y bajan al escenario, incluyendo el sótano, que se abre para dar espacio a un ascensor. Los puristas no dejaron de expresar su reproche de este cambio con abucheos sofocados por el estruendo de las palmas de los 11 minutos de aplausos que sellaron el éxito y la aprobación general del público, aunque lejos del récord de Riccardo Muti en 1996, de 20 minutos de ovaciones.
La belleza del vestuario al frente de Gianluca Falaschi no funge como elemento puramente estético. Los personajes ataviados con atuendos contemporáneos contribuyen a resaltar la sicología del persona-je, señaló.
Por ejemplo, las aplicaciones de garzas blancas en el vestido rojo de gala de Lady Macbeth, el cual llevó seis meses confeccionar, representa la rapacidad de su ánimo. La decadencia del rey, en cambio, se subrayó con la transformación del vestuario, que se inició con traje en terciopelo y terminó llevando una gabardina para repararse de los sinsabores de su áni-mo atormentado.