La vida de Wenceslao Roces, nacido el 3 de febrero de 1897 en Asturias, ha sido insuficientemente estudiada y, hasta ahora, es conocido principalmente por su labor de traductor que incluye textos de orientación marxista (Marx, Engels y Lenin) y filósofos como Hegel, Erns Cassirer y Georg Lukács. Tal vez su traducción más conocida sea la de El capital, de Karl Marx (1946), hecha para el Fondo de Cultura Económica, editorial que en 2014 publicó la segunda traducción de Roces donde recoge algunas de las críticas señaladas por otros traductores.
De su trayectoria política quedan por estudiar múltiples episodios, por ejemplo, su militancia en el Partido Comunista de España (PCE) residente en México, que incluye la participación en el movimiento de lucha por la paz, impulsado por la Unión Soviética a inicios de 1950. En este contexto fungió como secretario de la delegación que se envió al Congreso Continental Americano por la Paz en 1949, y formó parte del equipo de trabajo de la revista Nuestro Tiempo, que sirvió de plataforma política de la Comisión Española de México para la Defensa de la Paz.
De igual forma se adeuda una pesquisa más profunda de los motivos que le impidieron ejercer el cargo de senador por Asturias para el que fue electo en 1977 tras la legalización del PCE. Ernesto Schettino sostiene que la edad y los problemas de salud no fueron las únicas dificultades que Roces enfrentó en su regreso a España, a éstas se sumó la decepción que le generó percibir las mutaciones ideológicas de orientación eurocomunistas del PCE.
Un testimonio de la concepción ortodoxa de Roces en materia política se encuentra en su libro Lenin: rasgos de su vida y su obra, editado por España Popular en 1970, donde se recogen conferencias que destacan la figura de Lenin junto con su concepción de partido y la experiencia de la revolución socialista de octubre.
Otra faceta poco estudiada de la vida de Roces es su labor en favor del oficio de la historia, que incluye la traducción de obras de un conjunto de autores clásicos para la formación de los historiadores como Fernand Braudel, Jacob Burckhardt, Leopold von Ranke, Johann Droysen y Johan Huizinga. Esto sin olvidar la traducción de las obras de orientación marxista en que se sostiene la concepción materialista de la historia, el ejemplo central es La ideología alemana, de Marx y Engels.
Además de estas traducciones, Roces contribuyó con una serie de reflexiones de teoría de la historia, que según Schettino, no quedaron escritas por el complejo que le generó la labor de traducir a grandes historiadores y filósofos, por lo que la repercusión de sus reflexiones debe ser reconstruida atendiendo a su labor docente. No obstante, una muestra de su labor teórica ha llegado a nosotros gracias a que Elí de Gortari lo invitó a participar en el seminario de problemas científicos y filosóficos que dirigía. El producto fue el texto: Algunas consideraciones sobre el vicio del modernismo en la historia antigua (1951). Álvaro Matute reconoció la relevancia del texto y lo incluyó en el libro La teoría de la historia en México (1940-1968).
En la labor docente de Roces en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM se debe buscar su otra gran aportación al oficio de la historia, pues su profundo conocimiento de la teoría marxista, transmitido a sus alumnos mediante el seminario de materialismo histórico que fundó, es una clave para comprender la maduración de la historiografía marxista con respecto de los esfuerzos generados con anterioridad.
A esto se suma que impartió las clases de historia antigua de Grecia y Roma, con lo que impulsó el análisis de esta etapa histórica desde la óptica marxista, abriendo espacio a los debates de teoría de la historia existente dentro del marxismo. De hecho, la traducción de Formas que preceden a la producción capitalista, que entregó a la revista del PCM Historia y Sociedad, también respondía a su interés de dotar a los estudiantes de más elementos teóricos para el estudio la historia antigua, por lo que en su seminario se leyó éste texto junto con La ideología alemana.
Como parte de su labor docente contribuyó a la formación de nuevos intelectuales, por ejemplo Adolfo Sánchez Vázquez fue su alumno en el oficio de la traducción, y Ernesto Schettino Maimone, su discípulo en el capo de la historia. El segundo se formó junto a Roces en la década de 1960 como alumno y ayudante de cátedra en el seminario de materialismo y las clases de historia antigua, y recuerda que en 1969 presenció que el cariño de los estudiantes hacia Roces fue el motor de la iniciativa de nombrarle profesor emérito, para que se le permitiera continuar con su labor docente pese a haber cumplido la edad de jubilación señalada en el estatuto del personal académico de la UNAM.
Cuando la militancia política de Roces le requirió volver a España, el seminario de materialismo histórico y las clases de historia antigua recayeron en la persona de Schettino, quien por más de 50 años les ha dado continuidad hasta hoy, por lo que múltiples generaciones de historiadores han seguido formándose en el espíritu de la teoría marxista que Roces transmitió.
El oficio de la historia en México debe a Wenceslao Roces más de lo que se le ha reconocido en la historia de la historiografía, por lo que es grato anunciar que parte de su legado se hace presente en el reciente Historia de la antigua Grecia I. Del despotismo al esclavismo. (Editorial Revolución, 2021), obra en que he tenido el placer de ser coautor de Ernesto Schettino y continuador de las ideas de Roces.