En México se estima que entre 60 y 70 por ciento de los suelos agrícolas están degradados, pero regiones como los valles del Yaqui y Mayo, tienen los suelos más afectados porque 100 por ciento de la superficie es arrendada y no existe ningún concepto de conservación o prácticas que ayuden a reducir este daño, sostuvo Marcel Morales Ibarra, experto en biofertilizantes.
Explicó que el arrendatario trata de sacar el mayor beneficio en el menor tiempo posible y hay una sobrecarga en la aplicación de agroquímicos, lo que genera pérdida de suelos y daños a la salud. No por nada han denominado a esta zona el “círculo de la muerte”, porque los químicos hacen que aparezcan enfermedades por todos lados, señaló.
Agregó que es apremiante actuar con políticas públicas y legislar para que el rentismo de terrenos agrícolas, que abarca 60 por ciento de la superficie cultivada, no se traduzca en contaminación y esterilidad de la tierra.
Los suelos de Sonora y Sinaloa están más enfermos que los de Chiapas, porque las prácticas agrícolas con uso de agroquímicos es más intensiva, agregó.
Consideró que se requiere una ley que permita frenar este proceso de degradación de suelos y limitar prácticas que afectan los suelos o el uso de determinado tipo de agroinsumos, porque “sino seguimos en un concepto meramente extractivista de explotar y explotar la tierra sin regenerarla”.
Dijo que también se deben “romper los paradigmas sobre los análisis de suelos y la vida de éstos tiene que definirse como sana o enferma. Si atendemos al problema de la microbiología de suelos, estamos hablando de que prácticamente 100 por ciento de los suelos agrícolas ya están enfermos. Hay muchos microorganismos que ya desaparecieron y existen desequilibrios en cuanto a la cantidad que debe haber. Hay una ruptura de este equilibrio y ello genera un medio de cultivo para la proliferación de patógenos”.