Estuve en el mitin de apoyo al licenciado Andrés Manuel López Obrador cuando la torpeza de Vicente Fox y su equipo lo desaforaron, tratando infructuosamente de intimidarlo e impedir con amenaza de cárcel su candidatura a la Presidencia de la República; era abril de 2005, el mitin multitudinario, como el del día 1º de diciembre pasado, el mismo pueblo pero distintos sentimientos y distintas motivaciones.
En las buenas y en las malas, ahí ha estado apoyando la gente de todos los niveles sociales, de todos los rincones del país. Han pasado 16 años, seguramente algunos de los de entonces ya no están y otros se han sumado posteriormente. Muchos hemos tenido la suerte de haber participado en las dos manifestaciones populares que sin duda registrará la historia. El mismo pueblo, diferentes estados de ánimo y distintas motivaciones, en las dos ocasiones, impresionante multitud colmando el Zócalo de la Ciudad de México, corazón de la nación.
El de entonces, con tristeza, con coraje contenido, escuchó el mensaje del jefe de Gobierno que avisaba a sus seguidores que iría personalmente a defender su causa ante la Cámara de Diputados y pedía a la gente que nadie lo siguiera, que los asistentes a ese mitin tumultuario, se fueran a sus casas a ver y escuchar por el Canal del Congreso la acusación que se le hacía y la respuesta que él daría. Creo que el Canal del Congreso nunca ha tenido una audiencia tan numerosa y tan atenta.
La multitud atendió el llamado con una mezcla de tristeza y coraje contenido, si se les hubiera pedido, se hubieran dirigido a San Lázaro a enfrentar represión y violencia, pero el dirigente, como ahora lo reitera, pretende un cambio pacífico y no podía exponer ni a sus seguidores ni al país.
Prevaleció la prudencia y la visión de un estadista reflexivo; nos fuimos todos a ver y a oír su defensa clara, sólida y valiente, discurso dicho a sabiendas de que la decisión tomada de antemano, no se movería un ápice; las mayorías en la Cámara, ya desde entonces del PRI y el PAN, no iban a escuchar razones y argumentos, iban a cumplir con una consigna de sus coordinadores parlamentarios.
Hago un paréntesis, el vicio de entonces no se ha superado del todo, los legisladores, me resisto a llamarlos a todos con el término de parlamentarios, salvo algunas excepciones, votaron en grupo, como representantes de sus partidos y facciones y no como representantes de la nación. Escucharon el brillante discurso, los argumentos irrefutables, entendieron la magnitud del acto político, un proceso sacado de la manga para anular una candidatura popular y, así y todo, votaron por el desafuero.
Al menos a uno, que emitió su voto condenatorio en aquella ocasión, que participó en el proceso del desafuero, lo vi, años después, entristecido y alejado de la política; pienso que entre otras razones por la decisión que tomó entonces por fidelidad a su partido, por solidaridad partidaria y no por convicción personal.
Hoy vuelvo a ser parte y testigo de un gran mitin de apoyo; se trata del mismo pueblo y del mismo dirigente. Sólo que ahora, por motivaciones totalmente diferentes, la sensación de entonces fue una combinación de desaliento y protesta, por muchas razones; el 1º de diciembre, fue otra cosa, se asistió a una celebración. Esta manifestación fue una fiesta, se festejó el haber conseguido sin violencia un cambio trascendental, era patente la alegría que produce el ser parte de la historia, un gran triunfo popular. Y justo a la mitad exacta del gobierno del cambio, ya no con coraje y temor mezclados, sino ahora con la esperanza de que se logre consolidar lo que se inició y en lo que se avanza, entusiasmados y alentados por lo que se ha hecho, pero también conscientes de que la insidia, la envidia, la credibilidad de muchos y la falta de información de otros, ponen obstáculos y apuestan por que la transformación no tenga lugar y resucite el régimen enterrado en 2018.
La oposición juega un papel clave en un sistema democrático, si no hay oposición o si ésta es reprimida, la democracia desaparece. Esto es cierto, pero de la oposición deben esperarse propuestas alternativas, sólidas, diferentes, producto de criterios distintos; la oposición traiciona su naturaleza cuando sus ataques se fundan en calumnias, injurias, mentiras y rencores. Cuando el PAN era un partido de ciudadanos idealistas, don Jesús Reyes Heroles escribió: “lo que resiste apoya”, sólo que estaba pensando en una “oposición leal”, como fue definida por Soledad Loaeza, con gran lucidez.
En el mitin del día 1º entusiasmaron porras, gritos, aplausos al discurso; en lo personal, fue muy emotivo escuchar la consigna de mis amigos de Nuevo León (creo que ideada por el maestro Feliciano Guzmán) “y venga y venga y venga, compañero, que aquí se esta forjando, el cambio verdadero”.
Dos motivos distintos, un mismo pueblo, un mismo dirigente y la fuerte convicción de que cambiar al país no es optativo, es necesario.