Sobre las políticas de ajuste, que son políticas de choque “para abajo”, se escribe para dar y regalar, pero no se encuentra prácticamente nada sobre políticas de choque “para arriba”, con el fin de aumentar los ingresos y el bienestar de las familias. Llama la atención esta asimetría, un sesgo que pone en evidencia la ideología lúgubre que sustenta la ciencia económica. Prácticamente no se encuentra ningún artículo académico que trate sobre políticas de choque para aumentar los ingresos rápidamente, así que al ministro que se atreva a diseñar un plan para subir rápido los ingresos, pues le tocará arar en tierra virgen.
Ese conocimiento sería muy necesario para diseñar políticas en la Argentina de hoy. El país ya tiene un PIB per cápita que está alcanzando los niveles de actividad que tuvo entre 2011 y 2015, los niveles pre-2pandemias. Sí, no está mal escrito. El nivel de actividad está prácticamente al mismo nivel que tuvo antes del Covid-19 y de que el macrismo lograra hacer crecer la deuda y nada más. La gran interrogante es por qué, si el nivel de actividad es el mismo, los salarios de los argentinos siguen en el subsuelo donde los dejó Macri en 2019. Sí, Macri recibió la economía con el salario mínimo en 380 dólares (al dólar informal que utilizamos para hacer la comparación lo más desfavorable posible al kirchnerismo) y lo bajó a 161 dólares cuando perdió la relección, a menos de la mitad del valor con el que la recibió. El primer año de la pandemia bajó aún más el salario y cerró el año en 138 dólares, pero al final de 2021, se recuperó lo perdido y el salario está en 162 dólares, prácticamente el mismo subsuelo donde lo dejó Macri.
Así, se entiende que por un lado Macri perdiera la relección y, por otro que, dado lo insuficiente de la mejora, Alberto no consiguiera un triunfo en las legislativas. El nivel salarial es una variable política que tiene un rol central a la hora de cualquier cita electoral.
Para evitar el regreso de otro gobierno neoliberal y su ola destructiva, la tarea indispensable es recuperar los salarios rápidamente. Un ejemplo de estas políticas a favor de la gente las tenemos en la historia reciente tras el fracaso de la convertibilidad. El gobierno que Alberto integraba como jefe de Gabinete recibió la economía en mayo de 2003 con un salario de apenas 69 dólares, sin embargo, consiguieron aumentarlo a un ritmo de casi 50 por ciento anual en términos reales durante los dos primeros años, a pesar de la gigantesca restricción externa (la deuda pública era mayor a 110 por ciento del PIB).
La lealtad popular a un proyecto político sólo se logra a golpes de bienestar y esperanza en un futuro que contenga a las mayorías, y esto no puede lograrse con gradualismo cuando el punto de partida es tan bajo. Si el bienestar macro se combina con el malestar micro, ahí es cuando la derecha abreva en las expectativas populares insatisfechas para abrir grietas, ganar elecciones y colgar en la marquesina su cartel favorito: “Se vende Argentina”.