En 2020, primer año de la pandemia, las niñas de entre 5 y 11 años de edad en México aportaron el mayor valor económico a labores domésticas no remuneradas y dedicaron más horas que los niños, por lo que dichas cifras fueron las más elevadas desde 2013, según datos de la Cuenta Satélite del Trabajo no Remunerado de los Hogares de México 2020.
Elaborada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), la cuenta satélite reveló que el valor de las labores domésticas y de cuidados no remunerados realizados por infantes reportó un monto equivalente a 0.5 por ciento del PIB nacional, 51.4 por ciento fue aportado por niñas y 48.6 por niños.
En cuanto al valor per cápita, las niñas realizaron labores domésticas y de cuidados equivalentes a 9 mil 298 pesos, mientras los niños a 8 mil 583 pesos, los mayores niveles en ocho años, siendo las niñas en zonas rurales las que más valor económico representaron.
El valor neto per cápita de las tareas de las niñas en zonas rurales ascendió a 10 mil 550 pesos; mientras las que viven en las zonas urbanas fue de 8 mil 816 pesos. Proporcionar cuidados, cuidar o atender sin pago, de manera exclusiva a niños, adultos mayores, enfermos o personas con alguna limitación física o mental, tiene el valor per cápita más elevado de 22 mil 241 pesos, donde sí repuntan los niños en zonas rurales con 22 mil 187 pesos, contra 20 mil 646 pesos de las niñas.
En tanto, los quehaceres domésticos, que incluye lavar, planchar, preparar y servir alimentos, barrer, hacer compras, acarrear agua, cortar leña, entre otros, las niñas rurales generan un mayor valor que los niños; mientras en la ciudad son los niños los que aportan más valor económico, con 7 mil 551 pesos frente a los 7 mil 344 pesos de las pequeñas en zonas rurales.
Asimismo, cada niña de entre 5 y 11 años destinó en promedio 5.5 horas a la semana a las labores domésticas y de cuidados del hogar, mientras los niños colaboraron con 5.1.
Gran parte de las actividades cotidianas que realizan los miembros de los hogares para la satisfacción de sus necesidades no son remuneradas, pero sí esenciales para el bienestar de la población.
Las tareas domésticas realizadas por niños y niñas en sus propios hogares, en condiciones razonables y bajo la supervisión de quienes se encuentran cerca de ellos, forman parte integral de la vida familiar y del crecimiento de los mismos, y es sin dudas positiva. Sin embargo, cuando estas cargas de trabajo interfieren en la educación de los niños o son excesivas, pueden equipararse a trabajo infantil.
“La sobrecarga de las tareas domésticas no remuneradas comienza en la primera infancia y se acrecienta cuando las niñas llegan a la adolescencia”, explicó el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia en un estudio en materia de género. “Como resultado, las niñas sacrifican oportunidades tan importantes como aprender, crecer y, simplemente, disfrutar su juventud. Esta distribución desigual de tareas entre los niños perpetúa, además, los estereotipos de género y la doble carga que soportan las mujeres y las niñas generación tras generación”, precisó la agencia de la Organización de las Naciones Unidas.