Guadalajara, Jal., En Catedrales, la novela más reciente de Claudia Piñeiro (Buenos Aires, 1960), la disección de la muerte de una adolescente se convierte en un ominoso silencio que la escritora logró suplir con la voz del resto de los personajes, “como una forma de que todos nos hagamos responsables de su muerte, el lector también y yo, porque los muertos no tienen voz”.
La trama gira en torno a esta víctima, Ana, quien 30 años atrás apareció quemada y descuartizada, y cuyo padre sigue tratando de averiguar quién la mató y por qué. Está contada en varias voces que estuvieron cerca de ella, que hablan en primera persona para decir lo que saben, “pero, además, con el fin de tener un momento de reflexión y poder asumir, o no, la cuota de responsabilidad sobre lo que le pasó”.
Es el estilo que Piñeiro gusta seguir en sus historias, tanto para sus novelas como para sus guiones televisivos: parte de los silencios que vienen de las normas sociales, pecados o crímenes que, en alguna medida, son una responsabilidad que compartimos todos.
“Por ejemplo, en el feminicidio claro que hay un actor directo que va y mata a una mujer, pero también hay una sociedad que tolera que eso suceda y una justicia que permite que no le hagan la perimetral y una policía que no controla que no se acerquen y un juez que no lo mete preso y entonces después termina matando a esa mujer; hay muchos otros resortes que, más allá de que un hombre quiera matar a una mujer, no saltan a tiempo para evitarlo.”
La novela fue presentada en la 35 Feria internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, donde, además, la autora tuvo una actividad notoria que incluyó una charla virtual con la colombiana Laura Restrepo y una participación en el programa Ecos de la FIL para sostener un diálogo con estudiantes de bachillerato, sin contar las entrevistas programadas con varios medios.
No se ve cansada, pese a su agenda; se da tiempo para reír un poco cuando recuerda que uno de los personajes de su novela se llama Élmer, en honor al sinaloense Élmer Mendoza, “quien para mí es un gran escritor del género policial”.
Compartió que siempre trabaja con “obsesiones, como el silencio, porque el crimen, cuando no se sabe que ocurrió, es un silencio, es algo que no está dicho y que hay que decir. Pero también con el encierro, la hipocresía, las normas que son fallidas, el qué dirán. La sociedad, como personaje, está en todas mis novelas; no es un escenario donde transcurre algo, sino que tiene peso, porque pone normas que modifica a los personajes de alguna manera, los limita, los pone en problemas”.
En esa búsqueda de la verdad como tema, las líneas de suspenso que basa en enigmas se transfieren a su trabajo de guionista, como en la serie El reino, que tuvo una exitosa primera temporada y que coescribió con el director, también argentino, Marcelo Piñeyro.
–En la literatura la imaginación tiene un papel predominante en el lector, pero en las series televisivas el material ya está ahí listo para ser deglutido sin masticar. ¿Cree que las series, tal como se realizan ahora, podrían ser una alternativa que desplace de a poco a la literatura?
–La imaginación de la literatura no se puede suplir, pero en streaming he visto cosas impresionantes. Quizás en un libro hay más posibilidades de meterse en otras cuestiones, pero ver una buena serie filmada con las mejores técnicas, equipos y artistas también es un goce para el espíritu (...) Además, muchas veces podemos subsistir más escribiendo guiones que literatura. Nos da un ingreso; no me parece un tema menor.
La ganadora del premio Sor Juana Inés de la Cruz en 2010 revela que entre ambas temporadas de El reino comenzó una nueva novela que, afirmó, “ya quería tener empezada para que no la absorba el guion de la serie y así tener el reparo de la literatura que tanto me gusta. Tengo esa novela a medio camino”.