Pese a los altos niveles de desigualdad en el país, entre buena parte de los mexicanos sigue muy arraigada la creencia de que la movilidad social de largo alcance (pasar de la pobreza a la riqueza) es mucho mayor de como realmente se da, además de que se sobrestiman los factores personales que llevan a alguien a ser pobre o rico y se subestiman las condiciones económicas estructurales.
Así lo indicó Alice Krozer, investigadora del Centro de Estudios Sociológicos de El Colegio de México, quien agregó que los diferentes estratos de la sociedad viven altamente “segregados” entre sí, por lo que sus concepciones sobre la pobreza y la desigualdad son muy dispares, así como sus propuestas de solución a estos fenómenos.
En entrevista, detalló los resultados de un estudio elaborado con datos de 2019 y 2020, con base en encuestas realizadas a casi 2 mil 500 hogares en siete ciudades del país, según los cuales 36 por ciento de los participantes piensa que en México quienes nacen pobres pueden llegar a ser ricos, pero en la realidad no ocurre así.
Aunque escalar de un estrato social a otro muy cercano sí es probable, la movilidad de alta distancia –del quintil más bajo de la escala al más alto– es muy baja, pues sólo entre 2 y 3 por ciento de las personas lo logra.
“Hay una sobreestimación tremenda de la movilidad social, cuando realmente hay un gran estancamiento en la de largo alcance. Existe una idea arraigada y repetida una y otra vez de que, cuando uno trabaja y se esfuerza mucho, llega a la posición que merece. Esta meritocracia está muy alejada de la realidad del mexicano”, enfatizó Krozer.
“Salvavidas ideal”
Para la académica, una de las probables razones de que exista este sesgo cognitivo sobre la pobreza es que la idea de ascender socialmente “es como una especie de salvavidas en una sociedad tan desigual como la mexicana. Si estoy en una posición desfavorecida y no hay nada que pueda hacer, es muy deprimente. Entonces esto se vuelve una motivación”.
En sentido contrario, dijo, para los sectores con mayores recursos el pensamiento meritocrático sirve como justificación racional de su bienestar. “Decimos ‘yo estoy en esta posición porque trabajé mucho para llegar acá’. Se sobreestima el esfuerzo personal y se subestima el contexto estructural de discriminación y falta de acceso a la educación y el trabajo. Se vuelve una especie de justificación útil para ambos lados”.
La especialista en sociología destacó que la percepción de los diversos estratos sociales sobre la magnitud de la pobreza y la desigualdad es muy diferente, porque cada grupo vive “segregado” de los demás en pequeñas “burbujas” o “microcosmos” sin contacto entre sí, “donde terminamos asumiendo que todo el mundo vive más o menos en las mismas condiciones que nosotros”.
En este escenario, Krozer destacó la necesidad de hacer una reforma fiscal verdaderamente progresiva y redistributiva, que “quite donde sobra y reparta donde falta”, pero al mismo tiempo advirtió sobre la dificultad de la tarea, por las “resistencias” que esto generaría en los grupos más acomodados.