Los países en desarrollo requieren una centralización del poder. En el caso de México, la fórmula aplicada hasta ahora es la existencia de un Ejecutivo fuerte: el presidencialismo. Una presidencia fuerte implica una centralización en la toma de decisiones que en ese sentido puede ser benéfica, aunque el exceso de poder puede traer graves dificultades para la democracia.
En México, entre 1821 y 1867, el Ejecutivo fue débil o descaradamente dictatorial y provocó el caos que caracterizó a esa etapa. A partir del restablecimiento de la República y a través de un proceso accidentado de relecciones y rebeliones, fue fortaleciéndose el Poder Ejecutivo, que era débil en la Constitución de 1857.
El régimen de Díaz es el de un Ejecutivo fuerte pero excesivo, lo que provocará la rebelión de 1910-1911. Madero comienza un régimen con un Ejecutivo débil y esto provoca su derrocamiento y asesinato por personajes del viejo sistema; luego se dará una respuesta revolucionaria que culmina con el triunfo de los constitucionalistas. La Constitución de 1917 fortalece al Ejecutivo, y después de varias alternativas sangrientas, los gobiernos de Obregón y Calles, establecen una presidencia fuerte, pero el intento de Obregón de relegirse, perdurar indefinidamente en el poder y luego su asesinato provocarán una gran crisis que lleva a la creación de un partido único. Así, el régimen contó con un jefe máximo y con presidentes que él designaba.
Esta diarquía es al fin superada por Lázaro Cárdenas en 1936. A partir de entonces se va fortaleciendo la presidencia que después de 1940 se vuelve una especie de monarquía temporal (sexenal), absoluta y hereditaria por línea transversal. La presidencia que surge es todopoderosa y logra mantener la paz e iniciar el crecimiento económico. El régimen durará hasta 2000 con el triunfo de Fox (PAN), pero elecciones irregulares en 2006 y 2012 provocaron una insurgencia cívica que desembocó en 2018 en un nuevo régimen. Este nuevo gobierno es heredero del Ejecutivo fuerte, de acuerdo con la ley y las costumbres políticas. Esta forma de presidencialismo está hoy acotada por la libertad política y la posibilidad de la asociación libre de sus opositores. El gobierno actual llega a sus primeros mil días con fuerte apoyo popular, pero los siguientes tres años de la presidencia tienen un margen amplio de incertidumbre. Debemos estar alertas.