Guadalajara, Jal., Miguel Bosé, fanático de los Doors, viajó solo a Londres a los 14 años para ver al grupo comandado por Jim Morrison; a los cuatro años se orinó de miedo en una obra teatral y fue consolado por Pablo Picasso, y a los 65 descubrió una nueva pasión al escribir su autobiografía, El hijo del capitán Trueno, que presentó ayer en la edición 35 de la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara.
Además de esta obra, publicada por Editorial Espasa, perteneciente al Grupo Planeta, anunció que escribe otra a la par de una bioserie.
Primero, sin explicación, canceló una reunión con los medios de comunicación que sería previa a la presentación del libro, tal vez porque presintió que le harían preguntas que desviarían la atención de su biografía.
Después, con una camisa multicolor y tenis sin calcetines, apareció puntual en el Foro FIL, en cuyo escenario y con la comodidad de las preguntas de su amiga Gloria Calzada, desglosó el contenido de la obra de poco más de 500 páginas cribadas, porque, originalmente, refirió, tenía más de 800.
“Cuando la escritura empezó a fluir, me di cuenta de la capacidad de memoria sensorial que tengo, el detalle, las cosas no son sólo vivencias, sino que son vivencias muy ilustradas, muy ricas en cuanto a olores y sabores; sentía que todo lo que estaba recordando llegaba sin rencor, sin revanchismo, de forma serena y resuelta, y eso fue la cosa más bella, porque, a pesar de las durezas del relato, de las cosas feas, desagradables, creo que al final queda esta sensación de haber leído memorias bellas”, compartió.
El Foro FIL, con capacidad para 2 mil 800 personas, pero que debido a las restricciones por la pandemia no excedió los 800 asistentes, estuvo lleno de seguidores del cantante atentos a sus palabras, en especial aquellos que durante horas hicieron filas bajo el sol en espera de ingresar.
Bosé habló de las mujeres en su vida, siete, entre ellas su madre, Lucía, y su tata Remedios, quienes marcaron su existencia, pero se refirió muy poco a su padre, Luis Miguel Dominguín, el famoso torero con cuyo porte de macho marcó la vida del intérprete con episodios extremos.
Uno de ellos fue la primer cacería a la que acompañó a Dominguín, en la cual, para darle el “bautizo” en esas “cosas de hombres”, el torero hizo extraer las vísceras de un ciervo que habían cazado y obligó al joven Miguel a introducirse en el vientre del animal muerto, que luego hizo coser con él adentro.
“Me desmayé, un poco por la claustrofobia y un mucho por la brutalidad. Fue una putada muy gorda”, contó con seriedad.
En cambio, de Picasso, a quien llamaba abuelo, sólo guarda recuerdos agradables, plasmados en el libro, en particular porque el pintor siempre lo hizo sentir importante a pesar de ser un niño; lo escuchaba de verdad, lo que le brindó una gran seguridad el resto de su vida.
“Pablo tenía lo que las grandes personalidades poseen: sabía de la nada sacar potencial para crear autoestima, sabía escuchar también; me ponía mucha atención, me hacía sentir importante. Y eso en aquella época a un niño no le sucedía; los niños éramos objetos que se enseñaban cuando llegaban las visitas a la casa.”
Entre varias anécdotas que contó de Picasso, cuya “obsesión era poder llegar a pintar como niño”, Bosé dio especial énfasis a una ocasión en que se presentó en un espectáculo escolar junto con otros compañeros del kínder, disfrazado de nube. El pequeño Bosé estaba tan nervioso, que se orinó en el escenario y lloró.
“No llores. Eres la única nube que ha llovido”, lo consoló el pintor malagueño.
Recordó que su gran refugio infantil fue la literatura, y que ahora que comenzó a escribir debido a la pandemia, que a casi todos mantuvo bajo encierro, ya tiene a la sazón un nuevo libro del que no quiso adelantar el contenido, pero que podría tener las recetas de cocina de su abuela Remedios.
Y –gritos de júbilo, aplausos de la concurrencia– adelantó que el próximo año empezará a rodarse una bioserie que será transmitida en streaming, cuya trama “arranca donde este libro acaba”.