Es el significado de la palabra ahuehuetl en náhuatl. Es una conífera de grandes dimensiones que pertenece a la familia de las secuoyas gigantes americanas, también conocida como sabino o ciprés mexicano.
Uno de los árboles más longevos, se desarrolla en lugares en que abunda el agua, mantos freáticos superficiales, ojos de agua o manantiales. Como vemos, nuestros ancestros lo bautizaron muy apropiadamente. Los mexicas lo consideraban un árbol sagrado y ceremonial.
En este año de tantas conmemoraciones, se pasó celebrar que en 1921, en el contexto de los festejos del centenario de la Independencia, fue designado como el “árbol nacional” por su belleza, esplendor, longevidad, dimensiones colosales, así como por su profunda vinculación cultural.
Los ahuehuetes son propios de México y existen en diversas partes donde son nombrados con la lengua indígena local. En muchos de los lugares donde se encuentra, las comunidades han establecido un vínculo de índole mística o religiosa, cuya significación cultural es de gran importancia.
Lamentablemente la alteración de su hábitat ha llevado a la desaparición de innumerables ejemplares, algunos que eran unos verdaderos monumentos vegetales, cuya grandeza podemos apreciar por los troncos secos que se conservan como reliquias.
En el viejo Bosque de Chapultepec existió uno de 12.5 metros de circunferencia, con 40 metros de altura, llamado El Sargento, cuyos impresionantes restos se encuentran entre la fuente de La Templanza y la tribuna del Escuadrón 201.
Es posible que haya sido uno de los que sembró Nezahualcóyotl, el monarca texcocano aliado de los mexicas quien les diseñó el acueducto que llevaba agua potable a Tenochtitlan. Se cuenta que el rey poeta gustaba de pasar temporadas en el añoso parque y sembrar los “viejos del agua”. En 1969 se secó por la contaminación y la falta de agua.
Otro impresionante vestigio es el que se conoce como “árbol de la noche triste”, ahora “noche victoriosa”, que es el ahuehuete donde se dice que Cortés lloró su derrota el 10 de julio de 1520, que se encuentra en la calzada México-Tacuba en tristes condiciones, pero no deja de impactar por sus dimensiones.
Azcapotzalco es una de las pocas zonas de la ciudad donde sobreviven algunos muy longevos. Recientemente, con la guía de Pablo Moctezuma, su fervoroso custodio, e Ixchel Báez, su compañera de vida, vimos varios ejemplares soberbios.
El más imponente se encuentra en el pueblo de Santa Catarina, a un lado de la hermosa capilla del siglo XVII que bautiza la plaza donde, en su centro, en un enorme arriate se yergue majestuoso el ejemplar que se calcula tiene 700 años.
También visitamos el parque Tezozómoc, aunque ahora está descuidado, conserva un frondoso ahuehuete que sembró Pablo hace 20 años –entre varios otros– y algunos hijuelos que luchan por sobrevivir.
La vida promedio de los “viejos del agua” es de 500 años; sin embargo, hay algunos que rebasan los 2 mil, como el famoso árbol del Tule, en Santa María del Tule, Oaxaca, que se considera el más grande, con un perímetro de 35 metros y 41 metros de altura.
Según los biólogos, la historia de los ahuehuetes data de muchos millones de años atrás, de la era mesozoica. Mencionan que hace 200 millones de años, las coníferas predominaban en las tierras que habían emergido, formando enormes extensiones de bosques primitivos.
Conocer la historia y significado de este extraordinario árbol debe llevarnos a su rescate; todos podemos adoptar un especimen, sembrarlo en un espacio que le garantice humedad y mientras crece regarlo y cuidarlo. Vamos a embellecer y hacer más sana nuestra ciudad.
El recorrido terminó en el sitio donde nacieron las gaoneras hace más de medio siglo: El Mesón Taurino, en el centro de Azcapotzalco. Los tacos son la especialidad y los fines de semana hay el caldo chintololo, de res, espeso, con garbanzos y un saborcillo a chiles ahumados. La gaonera es un taco de filete –el lujo de la carne de la res– que lo aplanan un poco, le untan manteca de cerdo y lo ponen a la plancha. Lo terminan con sal de grano y unas gotitas de limón.
El señor Juan Hernández, quien fundó el lugar, preparó la gaonera por primera vez para un festejo que organizó el torero Rodolfo Gaona. Tuvo tal éxito que decidió meterla a la carta de El Mesón Taurino. Un acierto