Como en México, y en muchos países de América Latina, nuestra población crecía a alta velocidad (más de 3 por ciento) y la fecundidad o el número de hijos también era alta (seis hijos por mujer); y toda vez que la tasa de crecimiento ha bajado lentamente durante las últimas décadas, nos cuesta mucho pensar en lo que pasará cuando experimentemos una tasa de fecundidad baja. Lo cual posiblemente ocurrirá dentro de 30 años, toda vez que actualmente hemos alcanzado la tasa de remplazo, una fecundidad de 2.05 hijos por mujer, que es la mínima necesaria para que no se reduzca el volumen de la población mexicana.
Mi participación en un acto ministerial sobre la resiliencia demográfica, realizado en la ciudad de Sofía, organizado por el Fondo de Población de las Naciones Unidas, nos puede llevar a imaginar el escenario de vivir con una tasa de fecundidad muy baja. Mientras en el México de hoy crecemos a una tasa anual de 1.2 por ciento, las tasas de natalidad en Europa del Este son muy bajas: en Bulgaria el crecimiento anual es de menos 0.7 por ciento, en la República de Moldavia es de menos 0.3, en Grecia es de menos 0.5, en Macedonia del Norte es de menos 0.1 y en Ucrania es de menos 0.6 por ciento.
El cambio demográfico se ha convertido en una de las principales prioridades en Europa, los países experimentan baja fecundidad, envejecimiento de la población y altos niveles de migración. Los gobiernos están preocupados por los efectos de estas tendencias demográficas en las economías y la sostenibilidad de los sistemas de seguridad social, así como las infraestructuras y servicios vitales en áreas con densidad de población baja o decreciente. Estas preocupaciones son particularmente alarmantes en Europa central y oriental, donde la baja fecundidad a menudo se ve agravada tanto por la emigración como por la falta de inmigración, lo que ha provocado, o se prevé que provoque, una caída de la población total y un aumento de la proporción de personas mayores, en algunos casos dramáticamente. Para los países de la región que ingresan a la Unión Europea (UE) la capacidad de responder al cambio demográfico también tiene profundas implicaciones para el proceso de integración de la UE.
El cambio demográfico conlleva desafíos, pero también muchas oportunidades. Se reconoce cada vez más que es poco probable que los enfoques estrechos de solución rápida que se centran únicamente en aumentar la fertilidad tengan un impacto duradero. Considerando que las causas de la baja fecundidad y la emigración son complejas y multifactoriales, las respuestas también deben tener en cuenta la amplia gama de factores económicos, sociales, culturales y políticos que impiden que las personas tengan la cantidad de hijos que desean y los motivan para dejar sus países y a buscar oportunidades en otros lugares. La experiencia del Consejo Nacional de Población muestra que las sociedades pueden prosperar en un mundo de rápidos cambios demográficos, si se abordan los desafíos de la población de manera integral y holística, como es el caso del gobierno de la Cuarta Transformación del país, cuando se aprovechan plenamente las oportunidades que las acompañan, cuando se generalizó la pensión universal para personas mayores y se da prioridad a la inversión en adolescentes y jóvenes que viven en condiciones de pobreza (becas a estudiantes y a aprendices), a las cuales se suman campañas para la postergar la edad de la maternidad y de la paternidad. ¡Por el bien de todos, primero los pobres!
Las sociedades demográficamente resilientes comprenden y anticipan la dinámica de población que están experimentando. Tienen las habilidades, las herramientas, la voluntad política y el apoyo público para gestionarlos de modo que puedan mitigar los efectos potencialmente negativos para las personas, las sociedades, las economías y el medio ambiente, y aprovechar las oportunidades que conlleva el cambio demográfico para las personas, la prosperidad y el planeta.
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