Moscú. En lo que no deja de ser una amarga paradoja –cuando desde hace días prevalecía información esperanzadora sobre la siguiente cumbre a distancia, por videoconferencia, de los presidentes de Rusia y Estados Unidos, tentativamente este mismo diciembre, para dar luz verde al máximo nivel al comienzo de las labores de los grupos de trabajo de funcionarios y expertos de cada país que debatirán distintos aspectos del control de armamento y otros temas de seguridad–, poco faltó ayer para que los cancilleres ruso y estadunidense se mentaran la madre en su primer encuentro, cara a cara, desde mayo anterior.
Sucedió en Estocolmo, al margen de la reunión anual de los encargados de la diplomacia de los países que forman parte de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), donde Serguei Lavrov y Antony Blinken evidenciaron, en términos poco amistosos, que Moscú y Washington se culpan mutuamente de practicar políticas que vulneran su seguridad.
El catálogo de desencuentros es enorme, pero en este momento la agenda bilateral está dominada por el tema de Ucrania, cuyo hipotético ingreso a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) es para Rusia la principal línea roja que Estados Unidos y sus aliados no deben cruzar y, en el otro extremo, la OTAN se reserva el derecho a decidir si Ucrania cumplirá, algún día, los requisitos de admisión y no dejará sin consecuencias un ataque militar ruso contra su vecino eslavo.
Según trascendió, la discusión acerca de lo que está pasando en torno a Ucrania, en una cena a puerta cerrada de los ministros de relaciones exteriores, alcanzó momentos de enfrentamiento directo poco diplomático en que Lavrov, Blinken y el canciller ucranio, Dmytro Kuleba, se lanzaban argumentos cual bofetadas verbales y no pasó a mayores por la mediación de los demás asistentes.
Para Blinken, citado por agencias noticiosas occidentales después de su encuentro con Lavrov en Estocolmo, “es muy preocupante que Rusia tenga planes de agresión militar contra Ucrania”, algo que si sucede “tendrá muy graves consecuencias de alto impacto económico”, por lo cual advirtió a Lavrov que el ejército ruso “tiene que revisar su política en la frontera con Ucrania y retirarse a posiciones normales”.
Lavrov, citado a su vez por medios rusos, reviró: “si nuestros socios de la OTAN declaran que nadie tiene derecho a dictar a un país, que quiere ingresar en la OTAN, si puede hacerlo o no, nosotros nos basamos en uno de los principios esenciales del derecho internacional, que dice que cada Estado tiene el derecho de escoger las formas que considere oportunas para garantizar sus intereses legítimos en materia de seguridad” y, asimismo, aludió al concepto de “seguridad indivisible”, que es uno de los pilares de la OSCE.
El ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, acorde con el anuncio que hizo el miércoles anterior el presidente Putin, adelantó que pronto su país presentará a la OTAN una propuesta de garantías de seguridad que deben ser vinculantes para todos los firmantes.
“En breve presentaremos a nuestros colegas occidentales propuestas concretas y confiamos en que se las tomen con seriedad. No quiero ni imaginarme que Occidente (Estados Unidos y aliados) se niegue a estudiar esta iniciativa”, subrayó Lavrov.
Añadió que el éxito de ésta depende de si los países de la OTAN “están realmente interesados en una desescalada de la tensión y dispuestos a cesar sus intentos unilaterales de ampliar su hegemonía, en particular a través de extender su infraestructura militar”.
A pesar de las desavenencias ostensibles, aún quedan resquicios que mantienen abierta la puerta del diálogo entre Rusia y Estados Unidos al coincidir Lavrov y Blinken en que una cumbre de sus jefes es necesaria para intentar negociar consensos que permitan rebajar la tensión.