Río de Janeiro., La percusión frenética al ritmo de samba sacude los cuerpos, rebosantes de lentejuelas y alegría. Tras un 2021 sin desfiles por la pandemia, las escolas de Río de Janeiro vuelven a ensayar, con la esperanza de montar el mayor carnaval en un siglo, si el coronavirus lo permite.
“Río de Janeiro es una ciudad cultural. La samba es entrañable en nuestra vida, igual que la playa y el futbol. El carnaval representa nuestra vida”, explica a Afp Moacyr da Silva Pinto, veterano director de batería de la escuela Unidos do Viradouro, que retomó sus ensayos colectivos con aforo reducido hace poco más de un mes.
Este hombre ágil de 65 años y rostro enjuto dirige desde lo alto de una tarima a unos 50 percusionistas, con un potente silbato colgado al cuello. Junto a él, la sensual reina de la batería se menea con gracia, agitando su minifalda de flecos dorados y una cabellera de trenzas africanas que le llega a la cintura.
Grito de libertad
Decenas de integrantes de la escola cantan y se abrazan en la gran pista de baile, ostentando sin tapujos, y en su mayoría sin cubrebocas, la felicidad del rencuentro.
“Es un grito de libertad, el regreso a nuestra casa, a esta alegría sin fin. La libertad de poder quitarnos la mascarilla, de estar vacunados”, dice Leonina Gabriel, de 35 años.
No obstante, las autoridades condicionan la realización del carnaval, entre el 25 de febrero y el 1º de marzo a la situación epidemiológica.
El alcalde Eduardo Paes, conocido entusiasta del carnaval, afirmó a la revista Veja que “si hay condiciones, habrá (carnaval). Si no, no. Espero que sí las haya”.
Mientras, las escuelas continúan trabajando a todo vapor para fabricar a tiempo miles de disfraces, máscaras y las características carrozas gigantes.
Carpinteros, soldadores, diseñadores, costureras... el ajetreo es grande en los galpones de la Ciudad del Samba, un espacio colectivo en la zona portuaria donde cada escuela prepara a puertas cerradas sus suntuosos desfiles.
“El carnaval de Río es una gran industria que da sustento a muchas familias”, explica el arquitecto Marcus Ferreira, uno de los carnavalescos (directores creativos) del desfile de Viradouro.
Una de éstas es la de Simone dos Santos, jefa de costura de la agrupación que debió rebuscárselas con otros trabajos durante los meses en que quedó parada. “La pandemia fue muy difícil para todos los que nos dedicamos al carnaval”, cuenta esta mujer de 46 años que trabaja en el rubro desde los 20.
Viradouro, vencedora del último concurso, recordará en su próximo desfile el carnaval de 1919, cuando todavía no existían las escuelas de samba, pero los cariocas se volcaron masivamente a las calles para celebrar el fin de la gripe española (1918-1919), que dejó entre 50 y 100 millones de fallecidos en el mundo.
Más de un siglo después, con la pandemia de coronavirus “el mundo paró, pero los brasileños somos guerreros y vencimos, y lo demostraremos haciendo el mayor carnaval desde 1919”, asegura Ciça.
Con más de 95 por ciento de su población adulta ya vacunada, Río de Janeiro levantó la obligación de usar mascarilla en lugares abiertos, pero exige el comprobante de vacunación en sitios turísticos y otros lugares públicos.
“Me preocupa bastante cuando veo que en Brasil se está discutiendo la reapertura del carnaval. Es realmente una condición extremadamente propicia para un aumento de la transmisión comunitaria", declaró esta semana Mariângela Simão, subdirectora general de la OMS para el Acceso a Medicamentos y Productos Sanitarios.
Además de los desfiles en el Sambódromo, más de 500 blocos (grupos carnavalescos) se registraron para desfilar por las calles de Río, fiestas multitudinarias a cielo abierto, regadas de alcohol, música y desenfreno.
El presidente ultraderechista Jair Bolsonaro, que ha criticado otras veces los excesos durante el carnaval, declaró “Por mí, no habría carnaval, pero quien decide no soy yo, sino los gobernadores y alcaldes”.