Santiago. Tras el mazazo encajado cuando la ultraderecha pinochetista ganó hace 10 días con 27.91 por ciento la primera vuelta de las presidenciales en Chile, y emparejando fuerzas en el Parlamento al punto que quien gobierne desde marzo de 2022 estará impedido de imponer su agenda, la izquierda saca cuentas acerca de cómo resolver el lío electoral en que está metida ante la segunda vuelta del 19 de diciembre.
El sociólogo Carlos Ruiz Encina, doctor en estudios latinoamericanos de la Universidad de Chile, teórico e impulsor del aún juvenil Frente Amplio y muy cercano al candidato presidencial izquierdista Gabriel Boric (quien obtuvo 25.83 de la votación), tiene el diagnóstico a punto.
Ruiz plantea que el resultado del domingo 21 mostró una vez más el abismo existente entre política y sociedad, porque la izquierda cayó en el facilismo de confundir el estallido social de octubre de 2019 y la aprobación al proceso constitucional como un apoyo político/electoral mecánico.
“Desde las direcciones políticas se leyó en clave izquierda derecha el respaldo a la Constituyente, pero en función de la geografía social y cultural del siglo XX, que no da cuenta de la transformación que ha existido. Suponer que la revuelta era de izquierda no tiene lugar, el millón y medio que marchó no era sólo de izquierda. Creer que 80 por ciento del apruebo era de izquierda y que la derecha no pasaba de 20 por ciento del rechazo, fue un error”, dice.
Esa pifia llevó a otra: minimizar a la derecha.
“Las oportunidades de transformación no se han cerrado, pero se subvaloró la capacidad de reaccionar que tiene la obstrucción conservadora, de hacer algo que es propio de los procesos históricos en todo tiempo y lugar, entender que estas marchas no son lineales ni breves; es posible que desmantelar el neoliberalismo en Chile tome una década dada la capacidad de resistencia de la derecha, una de las más orgánicas de América Latina”, señala.
Ciudadanía y movilización
“Hay un pueblo que tiene una alta propensión a la movilización, pero las formas de organización no son las antiguas. Octubre no fue liderado ni por los partidos ni por las viejas organizaciones sociales, son un enjambre de coordinadoras sobre temas que en el siglo XX no se nos ocurrían, desde las libertades sexuales y el feminismo hasta la lucha por el al agua y por los recursos más básicos de la vida cotidiana. Primó el discurso identitario, donde le hablas a los convencidos, el problema es ir más allá de ellos.
Los jóvenes y el voto
“Hay una juventud popular que tiene muchas razones para desconfiar de los procesos electorales y de las ofertas de representación política; ahí el Frente Amplio todavía tiene una oportunidad, pero tiene que enfrentar esas discusiones, tiene que ir a donde vive esa gente, la campaña no debe quedarse en la élite; pero el discurso ni siquiera ha apelado a la imagen del joven popular, no se les habla ni se les menciona en los debates presidenciales; los programas han tendido a ser reducidos a una suma de medidas administrativas parciales lejos de ser un programa de transformación”.
La derecha y el postoctubre
“Es peligrosa esa lectura cuando procesar las demandas institucionalmente, a través de una deliberación sobre ensanchamiento de la democracia, pasa por reconocer que octubre no fue un invento, no fue una conspiración; fue una cuestión que nació de un montón de capas sociales que no tienen representación política. Las formas de explotación que inauguró el neoliberalismo siguen sin tratamiento, la institucionalidad sigue sorda y eso estuvo en el centro de la revuelta.
El desprestigio de la Convención
“Aquí aparece también la obstrucción conservadora, sus medios han trabajado para denigrar el proceso constituyente; debemos tener mucho cuidado en no dar ni medio argumento a un conservadurismo que está latente, que tiene un público y una capacidad de ejecución no menor sobre este tipo de empeños transformadores. Es pasto para que vayamos al choque nuevamente, porque a ese pueblo no le han resuelto nada y no se va a ir para la casa tan tranquilo.
Boric y las transformaciones estructurales
“En este rato, si bien se debe trabajar por ese 40 por ciento que vota y ganar franjas que no lo hacen, también hay que combinar un mensaje contundente de transformación junto al proceso constituyente, hay que mostrar que somos parte de una unidad orgánica, un proyecto histórico y no sólo un fenómeno coyuntural electoral. Es muy importante dar confianza a quienes por muchas razones desconfían de los procesos electorales.
Los 900 mil votos de Parisi
“El 80 por ciento no se identifica con ningún sector político, 66 por ciento son hombres, más de dos tercios corresponden al estrato de menores ingresos, de una inestabilidad tremenda y más desconfiados de la política. Es un voto volátil, mucha gente debe haber marchado y protestado. Estamos en un escenario de disolución de lealtades políticas duras, este es un voto de inorganicidad completa que le permite a la gente expresar rechazo sin comprometerse con nada.”
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