La manera en que Juan Manuel Sepúlveda ha decidido hacer cine ha sido la del cambio constante. “Si algo me he propuesto durante todo este largo trayecto es estar constantemente contradiciéndome a mí mismo. Cuando ya se tiene una idea tan clara y una noción tan fundamental de quién soy, eso es lo que hay que destruir”, señaló el cineasta en entrevista.
Su quehacer como documentalista también está relacionado con saber escuchar a la realidad que lo rodea. Algo que observa de manera frecuente en su ámbito es que “luego le da por creerse que uno es muy inteligente, y que además está condicionando la realidad que filma, cuando opera lo contrario, la existencia es la que dictamina las normas”, dijo Sepúlveda.
Para el egresado de la Escuela Nacional de Artes Cinematográficas de la UNAM, esa manera de hacer cine no necesariamente implica que el trabajo de un director se haga solo. “Tienes que llegar con una idea muy clara que aspiras a que la truenen, la destruyan y que se caiga en pos de una nueva que sea más fructífera que la tuya, porque finalmente es la relación entre varias ideas lo que genera la película, no nada más tu imposición de autor”, explicó.
Desde su primera película hasta la última, Sepúlveda ha intentado mantener una visión sobre el cine: “aspiro a no tener una manera de filmar, es decir, a llegar con una idea en la cabeza y ser capaz de destruir esa concepción a partir de las múltiples ideas que se van relacionando”, dijo. De esa manera, su trabajo como director tiene que ver con unir subjetividades más que tratar de eliminarlas.
Frontera sur mexicana
El último documental que Sepúlveda dirigió es La sombra del desierto, un trabajo que de alguna forma continúa lo que el cineasta empezó con su primer largometraje La frontera infinita. Aquella historia que se centró en el fenómeno migratorio de Centroamérica a México, ahora continúa en el otro extremo de un recorrido que para el director es interminable, “porque el migrante nunca deja de serlo”.
“Había que tratar de extender el trayecto un poco. Entonces nos vamos al desierto de Sonora, que es el lugar más lejano a la frontera sur mexicana, y ahí empiezo a filmar una serie de secuencias como para hacer un epílogo de la película. E inmediatamente, entrando a este sitio, ya no te deja ir. Éste tiene historia, fuerza, cultura que te atrapa y de alguna manera te reconfigura para los próximos proyectos”, contó el documentalista.
La sombra del desierto iba a ser originalmente estrenada en marzo de 2020, poco antes del confinamiento obligado por la pandemia. La exhibición fue retrasada y eso permitió a Sepúlveda detenerse a repensar en el trabajo que había hecho. Como resultado surgió “una especie de hermanita menor de La sombra del desierto. Una hermanita menor que es una cabrona, y es muy potente”, describió el director.
Éxodo a Estados Unidos
De esa manera surgió el corto El pueblo del atardecer carmesí, nombrado así en honor a la antropóloga Ruth Underhill, una estadunidense que, entre otras cosas, escribió un texto antropológico, con ilustraciones, para niños que retratan las costumbres del pueblo Tohono O’otham que habita el desierto de Sonora.
Por su parte, La sombra del desierto se centra en los flujos migratorios que existen en el lugar. Por un lado, también los antiguos nómadas, descendientes de la etnia Tohono O’otham que han permanecido en ese espacio desde hace mucho tiempo, tratando de mantener una forma de vida, lengua y costumbres. Por otro, los nuevos nómadas “que tampoco son tan nuevos porque han estado moviéndose desde siempre; no conozco ser humano que no haya estado moviéndose siempre”, el éxodo centroamericano y mexicano a Estados Unidos.
Una retrospectiva con la filmografía de Juan Manuel Sepúlveda, De la militancia a la vigilancia se proyecta en la Cineteca Nacional hasta el día 3 de diciembre. Esa misma fecha se estrena La sombra del desierto en diversas salas de cine.