Guadalajara, Jal., La prohibición en Nicaragua de Tongolele no sabía bailar, la tercera entrega de las novelas policiacas sobre las peripecias del inspector Dolores Morales, la ha catapultado en ventas en el mundo y en descargas PDF en el país centroamericano de donde es nativo su autor, Sergio Ramírez (Masapete, 1942), quien desde el exilio y “a salto de mata” se regocija del gran recibimiento de su obra.
“No hay duda de que el hecho de que haya sido prohibida en Nicaragua es un empujón. Como suele suceder todo lo prohibido es atractivo, cuando se dice no toque este libro es lo primero que uno hace”, dice en entrevista.
Afirma que la prohibición en Nicaragua, donde el actual gobierno, encabezado por Daniel Ortega, ordenó aprehenderlo en septiembre pasado por “conspirar e incitar al odio”, ha sido sorteada en su país gracias a Internet.
“Ahora las ganzúas son las redes sociales porque en Nicaragua una vez que se prohibió la novela inmediatamente empezó a circular en PDF por las redes, la ha leído muchísima gente que habitualmente no lee novelas, como un acto de desa-fío, de curiosidad, de lo que sea, pero se ha leído mucho digamos en el circuito no legal, el de la resistencia.”
Piratería inevitable
Dice que aunque no puede bendecir que su obra circule sin respetar los derechos de autor, tampoco puede evitarlo y menos al tratarse de “un acto de resistencia que la gente ejerce en contra de la represión”.
“Antes cuando los libros se prohibían, entraban como contrabando en barriles de tocino, hoy el contrabando es en las redes sociales”, ríe.
Otro consuelo importante es que la novela ha tenido buena acogida de la crítica, que “siempre es importante tanto en España como en otros países”, pero además se ha vendido mucho y lleva varias ediciones pese a que apenas salió al mercado.
–En ese sentido de la censura ¿cuál régimen le parece peor, el de Anastasio Somoza contra el que usted luchó y triunfó junto con el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) o el actual encabezado por Daniel Ortega?
–Es peor ahora, porque Somoza nunca prohibió novelas, tal vez porque él despreciaba a los escritores y los veía como gente marginal, pero en Nicaragua bajo Somoza nunca se prohibieron novelas. Es la primera vez en la historia del país que se prohíbe una novela y hay muy pocos casos en América Latina que conozco yo de libros o novelas prohibidos, salvo en aquellos casos de la dictadura del cono sur que eran feroces, no sólo prohibían la novela, sino que desaparecían o mataban a los escritores. En Centroamérica es un hecho inédito que se prohíba una novela y que además se mande enjuiciar al escritor.
–¿Cuáles pasajes en la trama de su novela habrán sido los que enojaron a los Ortega?
–No sé si la pareja (Ortega y su esposa, Rosario Murillo) como tal ha leído la novela, pero la han prohibido porque alguien les dijo que esa novela los atacaba o atacaba al régimen. No lo sé, la cosa es que la prohibieron y ordenaron en la aduana que no la dejaran entrar.
Imaginado retrato fiel
Los lectores, dice, encuentran “un retrato fiel” dentro de lo que la imaginación tiene de fiel para retratar lo ocurrido en 2018, año en el que desemboca la historia.
“Elegí algunos hechos relevantes de los muchos que se dieron, como la quema de una fábrica de colchones en la que murió abrasada toda una familia –hasta los niños tiernos– o los francotiradores asesinando jóvenes desde los techos del estadio de beisbol donado por Taiwán hasta el ataque contra la iglesia de la Divina Misericordia. Esos hechos relevantes están en la novela armados alrededor de personajes ficticios, pero son los hechos y eso me parece que mucha gente encuentra que hay una fidelidad con lo que ocurrió dentro del espacio de la novela.”
–¿Qué tan riesgoso es tomar acontecimientos recientes dentro de una novela, sobre todo porque usted en esencia también fue actor primario hace varias décadas de lo que hoy es Nicaragua, así se haya apartado del FSLN?
–Reconozco que es peligroso para un escritor meterse con acontecimientos demasiado recientes, porque una de las grandes virtudes que tiene una novela es no tomar partido, examinar los hechos en su conjunto desde distintos puntos de vista y no volverse en un discurso agresivo, retórico, de denuncia, porque la novela no es para eso, sería volver al panfleto y para eso existe el discurso, el manifiesto, los artículos de prensa, pero creo que también hay hechos que no pueden dejar de entrar en una novela por muy recientes que sean.
–¿Y cómo librar que la subjetividad avasalle su obra cuando se ha sido testigo, incluso actor, de los acontecimientos que se cuentan, como es su caso?
–Tienes que buscar cómo crear las distancias necesarias para no involucrarte, por eso me parece a mí que la novela policiaca es un buen instrumento para ver los acontecimientos de manera que uno guarde distancia, porque tiene otro tipo de trama, de reglas, responde a otros procedimientos. No es lo mismo entrar dentro de unos acontecimientos recientes y tan graves por la puerta de la novela policiaca donde hay un espacio de juego muy distinto que ponerse de frente a narrar estos acontecimientos y correr los riesgos de dramatizarlos al extremo de la toma de partido.
–¿Lo logró?
–Estoy satisfecho con mi trabajo, creo que no he politizado mi novela, que no es política, sino policiaca, que toma en cuenta acontecimientos reales, dramáticos, que han golpeado la historia del país, que la han cambiado para siempre y me parece que incorporarlos tal como ocurrieron enriquece la novela.
–¿Con esta tercera entrega ya terminó la saga del inspector Morales?
–No lo sé, nunca lo pensé como trilogía, pueden ser cuatro, cinco o puede quedarse aquí, ya me lo dirá la realidad.
–¿Entonces ahora está trabajando otras historias?
–Ahorita no estoy escribiendo nada, estoy buscando como resolver la estabilidad de mi vida que ha sido totalmente dislocada, estoy buscando cómo acomodarme, dónde me voy a quedar en Madrid, buscando un departamento y hasta que no tenga una mesa de trabajo y no tenga mi computadora encima no puedo decir aquí empiezo.
A salto de mata
El escritor recuerda que tras terminar la edición de la novela, en mayo pasado, tuvo que ir a Estados Unidosa un procedimiento médico, pero ya había sido llamado a declarar por el caso de la ex candidata presidencial Cristiana Chamorro, quien desde junio está bajo arresto domiciliario por enfrentar al régimen de Ortega.
“Empezaron a acelerarse las capturas en Nicaragua y decidimos no volver; nos establecimos en Costa Rica unos meses, luego nos fuimos a España porque iba a presentar el libro y hasta ahora, pues, hemos andado a salto de mata.”
–¿Tiene miedo de regresar?
–Tengo miedo de que me encarcelen, claro. Sé que sí regreso a Nicaragua hay una orden de captura contra mí; entonces, seguramente me meten a la cárcel y yo entre la cárcel y el exilio escojo el exilio.
–¿Y andar de un país a otro le genera miedo?
–Pues estos son capaces de todo, pero hasta el momento no puedo decir que me haya sentido amenazado por ninguna gente de la dictadura de Nicaragua.
Respaldo generalizado
Sergio Ramírez agradece la impresionante solidaridad que ha generado su exilio, de escritores que “ni siquiera conozco”, en particular de México, de España, de Chile, de Argentina “que se levantaron para respaldarme y condenar la persecución. Han sido actos hermosos, con muchísima gente, de las academias de la lengua, instituciones culturales, de autoridades de gobierno, dirigentes políticos, de verdad me he sentido muy respaldado”.
–¿Qué pasó con Daniel Ortega, con aquel revolucionario que usted apoyó y siguió?
–En 1990, con la derrota del FSLN, el proyecto revolucionario termina mal. Debió haber terminado muy bien por el hecho de que un movimiento revolucionario que llegó al poder por la vía de las armas lo entregara por la vía de los votos. Pero luego vino la resistencia de Daniel Ortega a dejar gobernar a doña Violeta (Barrios de Chamorro) en paz y no aceptar los resultados electorales. Huelgas, asonadas, persiguiendo la desestabilización hasta su pacto para regresar al poder de malas maneras, rebajando el número de votos necesarios para ser electo. Todo esto representó un proceso de descomposición de lo que ocurrió en los años 80, cuando se vivía un sueño de cambio. Queríamos cambiar la sociedad, no entregarla en una pareja de tiranos que es lo que ocu-rre ahora.
–Y llegó la quinta relección para Ortega, parece que se quiere eternizar, ¿qué opina?
–El poder es un atractivo enfermizo que lleva a violentar incluso la realidad, Ortega se olvi-da que se acerca a los 80 años y a lo mejor cree en la eternidad como terminan creyendo los dicta-dores, tanto que él no tiene sucesores. Su esposa no puede ser sucesora porque no aguantaría un día sola. Sus hijos, uno es cantante de ópera, otros son empresarios, no están preparados para asumir tareas de gobierno. No piensa en el futuro porque el futuro es él.
–¿Cuál es el futuro de Nicaragua?
–Será un cambio democrático. La gente entre dictadura y democracia elige la democracia. Me parece que hemos tenido suficiente experiencia de violencia en el pasado para buscar no repetirla. Esto se va a solucionar por la vía democrática.
–En tanto, ríos humanos migran desde su país al extranjero
–Sí, la desgracia del exilio y la emigración. Por primera vez en la frontera de México con Estados Unidos hay 35 mil nicaragüenses, más de 40 mil han salido hacia Costa Rica desde mayo. Un régimen que sólo gobierna con base en la violencia y la represión provoca que la gente se vaya del país. Si sus recetas solamente son cárcel, exilio o represión no puede ser viable a largo plazo.
–¿Cómo seguirá dando la batalla Sergio Ramírez desde el exilio?
–Con la palabra, es mi instrumento, seguiré siendo crítico, hablando en voz alta, diciendo lo que pienso. Voy a hacer lo que sea necesario como escritor, pero lo primero es ubicarme, asentarme, tener mi espacio.