En la Feria del Libro del Zócalo dije, y siento que no mentí, que cantar me hacía feliz; escribir, sufrir, y que dibujar (que no lo hago mucho) “hace silencio en mí”, un buen silencio, un vacío bueno de palabras, que a veces, la verdad, se pasan de zumbadoras.
No quisiera por supuesto ofender a las palabras, mi materia de trabajo: digamos entonces que no tanto las palabras como mis palabras son o se comportan un tanto necias, obsesivas, latosas, ruidosillas. Pero cantar es una manera, a mi modo de ver, de –haciéndole lugar a palabras generalmente de otros, con cierta frecuencia de voces que para quien o quienes cantan se mantienen en el anonimato– hacer en uno silencio.
Hacer en uno silencio para oír al lenguaje, lo que el lenguaje quiere decir o que sea dicho, es labor del poeta. Y se me ocurre una cosa vaya que excesiva: citar es también (o como) cantar: “estas palabras dicen (entonan) mejor que mis propias palabras lo que siento que mi espíritu quiere decir (o que desde mi espíritu se quiere decir)”.
En fin, tratando de resumir o precisar lo que aquí apunto, volvemos a un hecho consabido, la relación entre la poesía y el canto. Canto: encantamiento. Poesía: lo mismo, quizá con menos apoyos, no sé si más pobre o más desnuda, pero encantamiento. ¿Y de dónde esta especie de digresión, de explicación no pedida, de cuasi devaneo, de paseo de flâneur, algo sin rumbo? De que en el canto el peso de las palabras adquiere vuelo, ligereza, ingravidez. “Quien canta sus penas espanta”, dice el dicho. Quien canta viaja en la canción, su alfombra mágica.
De eso y de que en la ciudad de Celaya (Museo de Arte Octavio Ocampo, excelente anfitrión), con músicos de varios lugares de la República, presenté Armadillo, libro en parte conformado por canciones (el género o subgénero poético así llamado, canción), y que tengo la certeza de que, gracias a la calidad, la finura, la entrega, la sensibilidad de esos mismos músicos (Nadia y Gabriel de Dios, Yahir Durán, Sergio Luna y Gabriel Reyes) –me permito ceder al impulso sentimental– en quienes asistieron a la presentación quedó la sensación de una noche memorable. Este viernes 3, con otros invitados, entre ellos Ampersan, Vladimir Bendixen, César Barrera, Pedro de la Mar, Luisa González y Jaime Yáñez, en el Centro Cultural Macario Matus (Tlatelolco) retomamos bríos.