Ciudad de México. Muy pocos son los sobrevivientes de los primeros años de la epidemia de VIH/sida y muchos los que todavía se siguen infectando, “porque está de moda coger sin condón”, dice Marco, quien contrajo el virus cuando ya no era una sentencia de muerte. Ha podido tener los medicamentos que lo controlan y le dan calidad de vida, así que no es un problema. Por el contrario, el VIH “me ayudó a encontrarme a mí mismo y manejar mis emociones”.
Su buen estado de salud y el de muchas personas como él, que viven con el virus, se explica por la lucha que durante varios años dieron cientos de activistas como René García y David Alberto Murillo.
A 40 años de la aparición de los primeros casos de la enfermedad y con motivo del Día Mundial de Lucha contra el Sida, que se conmemora el 1º de diciembre, ambos recuerdan lo vivido. Desde las trincheras que ellos mismos construyeron apoyaron a quienes en la década de los 80 y los primeros años de los 90 del siglo pasado morían sin remedio porque no había ningún medicamento disponible.
Las noticias sobre el Síndrome de la Inmunodeficiencia Humana (sida), que se describió por primera vez el 5 de junio de 1981 en cinco personas en Estados Unidos, empezaron a llegar a México y eran reproducidas por David Alberto. “Tenía un álbum con recortes de periódicos y revistas”.
Cuando se acercó a los grupos de autoapoyo por su reciente diagnóstico de la enfermedad, “fue sorprendente ver que había una gran ignorancia. La gente no tenía nada de información”.
En esos años, “llegábamos a las sesiones a enterarnos quién había muerto en esa semana o estaba hospitalizado en la etapa final de la enfermedad”.
El activista, ahora de 80 años de edad, se enfocó en la difusión de lo poco que se conocía. “Eran noticias de Estados Unidos. Después médicos del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) ayudaron a escribir artículos que luego llevaba a los grupos de autoapoyo”.
Y aclara, la información era sobre el sida porque en esos años se conocía a los afectados por los padecimientos ocasionados por la disminución de su sistema de defensas. El más visible, el sarcoma de Kaposi. “Se empezaban a llenar de manchas. No había duda, era sida”.
La historia de René García también ha sido de apoyo a los demás. Luego de adquirir la infección en la etapa en que “era un loco desmecatado” y de varios años en que no hizo caso, se concentró en ayudar a los enfermos que se quedaban solos por la falta de información y el miedo al contagio de familiares y amigos. “Fue la etapa más difícil”.
Este activista, también de 80 años, fundó Albergues de México, donde los pacientes llegaban a pasar sus últimos días. También creó un grupo de autoapoyo, que a la fecha sigue funcionando. Ahí es donde se encuentran Marco, Juan Carlos y Angelina. Conviven, comparten los alimentos, platican sobre la cotidianeidad, pero casi nunca de VIH/sida. “Nos ocupamos de vivir, ser libres y sentirnos importantes”. Juan Carlos nunca ha sido hospitalizado porque su tratamiento ha funcionado, al grado de que asegura que el VIH/sida “no ha sido una carga” en su vida.
Tampoco lo ha sido para David Alberto, aunque él, como muchos otros, sufrió los efectos adversos de los medicamentos, a causa de los cuales “varios decidieron dejar de tomarlos pese a que eso significaba su muerte”.
David participó en la protesta que realizó el Frente Nacional de Personas Afectadas por el VIH/Sida (Frenpavih) en abril de 1997, afuera del Centro Médico Nacional Siglo XXI, donde increparon a los entonces director del IMSS, Genaro Borrego, y secretario de Salud, Juan Ramón de la Fuente.
La noticia de que ya existían medicamentos, con los cuales el sida dejaba de ser una sentencia de muerte “no la íbamos a dejar pasar”. Ese día obtuvieron el compromiso de los funcionarios de proporcionar los cocteles de antirretrovirales altamente efectivos. En ese momento, sólo para los derechohabientes del Seguro Social.
Varios años después, los pacientes lograron la cobertura universal de las terapias que cambiaron sus vidas y por las cuales personas como David Alberto y René siguen aquí para contarlo.