En Oaxaca, el VIH/sida llegó con los migrantes que regresaban enfermos de Estados Unidos. “Venían a morir”. Los primeros seis años del Consejo Estatal para la Prevención y Control del Sida (Coesida) fueron eso: “enterrar y enterrar a los difuntos”. No había nada para darles, recuerda la directora del organismo, Gabriela Velásquez Rosas.
A la funcionaria le tocó crear el Coesida en 1994. Le encargaron que echara a andar el programa para hacer frente a un mal del que todavía se conocía muy poco, explica en entrevista con motivo de los 40 años de existencia del sida y el Día Mundial de Lucha contra la epidemia.
Al inicio, prácticamente la totalidad de afectados eran hombres que tenían sexo con otros hombres. Después empezaron a llegar mujeres embarazadas, infectadas por sus parejas. Tampoco había nada que ofrecerles. En 1998 tuvieron algunos medicamentos enviados por el gobierno federal, pero sólo alcanzaba para 17 personas. Eran los “tratamientos del Titanic: sólo para mujeres y niños”.
Conforme aumentó la cobertura de las terapias, como resultado de la lucha que dieron los propios pacientes en lo individual y a través de organizaciones civiles en la capital del país, también hubo algunas en Oaxaca. Pero “se les daba a quienes presentaban un deterioro grave” a causa del VIH.
De todas maneras, señaló Velásquez Rosas, fue difícil por la cantidad de pastillas, alrededor de 20 por día, que los enfermos debían tomar y cumplir una serie de indicaciones, como no consumir alimentos o no tomar agua media hora antes de cada dosis.
Además, los medicamentos les causaban efectos adversos severos, lo cual favorecía la falta de apego a las terapias y los consecuentes fallecimientos. Gabriela Velásquez lo tiene muy claro porque, salvo algunos meses que salió del Coesida, ha estado al frente del organismo más de 26 años.
También tiene presente la lucha que ha dado y continúa contra el estigma y la discriminación hacia las personas que viven con VIH/sida. Los médicos de los hospitales se negaban a realizar cirugías que necesitaban: “acúsame, pero no lo opero”. El servicio se negaba, incluso, a embarazadas a las que se les debe realizar una cesárea para prevenir la transmisión del VIH a los bebés.
“Había que pelear y conseguir guantes de nitrilo –que se utilizan en laboratorio para el manejo de sustancias peligrosas– batas especiales, caretas, mascarillas. Sólo así algunos cirujanos accedían a practicar las cesáreas”. A la fecha, comentó la funcionaria, “siguen pidiendo estos equipos porque el estigma continúa” y en algunas ocasiones sólo hasta que interviene la Comisión de Derechos Humanos se logra que los pacientes reciban la atención médica que requieren.
Lo que sí ha cambiado es la sobrevivencia de quienes viven con VIH/sida. La diferencia es abismal, porque los antirretrovirales han mejorado. Se toma una sola pastilla al día, sin daños colaterales. Además, la mayoría de afectados llega siendo portador del virus, sin comorbilidades.
El problema, advirtió Velásquez Rosas, es que cada vez son más jóvenes. En el Coesida de Oaxaca se realizan alrededor de 40 nuevos diagnósticos de VIH/sida cada mes en individuos que tienen entre 18 y 25 años de edad. Entre ellos predomina el antecedente de consumo de alcohol y otras sustancias.
“No se acuerdan del condón” y eso que en la actualidad se consiguen en cualquier farmacia. Ya no es como antes, en los 90, “que la gente decía que eran una porquería y nos los aventaban a la cara”, recordó la titular del Coesida.