Para tener una Iglesia diferente, sinodal y misionera “se debe cambiar el chip”, afirmó Miguel Cabrejos Vidarte, presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam) al término de los trabajos de la primera Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe.
Por separado, al encabezar la misa de clausura en la Basílica de Guadalupe en el primer domingo de Adviento, el cardenal Marc Ouellet, prefecto de la Congregación de Obispos del Vaticano, aseguró que “en el contexto dramático de la pandemia que no acaba, en este contexto difícil, la Iglesia de la región vuelve a tomar consciencia de su identidad misionera”.
Mientras, en las sesiones el arzobispo de San Juan de Cuyo, Argentina, Jorge Lozano, secretario general del Celam, aseguró que la escucha que realizó la Iglesia latinoamericana en la Asamblea Eclesial “no tiene una finalidad de marketing religioso”, sino un deseo genuino de volver al origen.
Cabrejos, arzobispo metropolitano de Trujillo, Perú, dijo que “estamos llamados a cambiar, a convertir permanentemente la sinodalidad no un eslogan, no es una frase, es algo inherente, es la esencia de la Iglesia. La sinodalidad es caminar juntos. Eso cuesta a veces. La sinodalidad en los textos y documentos es maravillosa y extraordinaria, pero en la práctica está la dificultad. Para eso tenemos que convertirnos, como dicen los jóvenes, cambiar el chip que tenemos en la cabeza”.
En la Basílica, Ouellet, presidente de la Pontificia Comisión para América Latina del Vaticano, dijo que “la esperanza en medio de pruebas y dolores nos afectan tanto como al resto de nuestros hermanos y hermanas en otras partes del mundo”.
Aseguró que la asamblea que reunió a laicos, sacerdotes, religiosas, obispos y a cardenales, tendiente a cambiar la Iglesia de la región y hacerla más cercana a la realidad, rindió frutos. “Nuestros días de convivencia presencial y digital han contribuido a fraguar aún más la unidad de este nuestro continente cristiano, mariano y cada vez más sinodal”.
La pandemia profundizó las desigualdades
En el mensaje final, “denunciamos el dolor de los más pobres y vulnerables frente al flagelo de la miseria y las injusticias. Nos duele el grito de la destrucción de la casa común (el planeta) y la cultura del descarte que afecta sobre todo a las mujeres, los migrantes y refugiados, los ancianos, los pueblos originarios y afrodescendientes”.
También lamentó “el impacto y las consecuencias de la pandemia que incrementa más las desigualdades sociales, comprometiendo incluso la seguridad alimentaria de gran parte de nuestra población” y que les llega “el clamor de los que sufren a causa del clericalismo y el autoritarismo en las relaciones, que lleva a la exclusión de los laicos, de manera especial a las mujeres en las instancias de discernimiento y toma de decisiones sobre la misión de la Iglesia, constituyendo un gran obstáculo para la sinodalidad”.
Cabrejos consagró a la Guadalupana las 22 conferencias episcopales del continente.