La novena reunión trilateral de jefes de Estado de América del Norte dejó claro que sólo fortaleciendo el mercado común de los tres países y atendiendo la problemática de la migración con sentido integral y continental se podrá dar viabilidad al crecimiento sostenido de la región y, al mismo tiempo, dar posibilidades de desarrollo a los países del sur para desincentivar los flujos demográficos.
De no integrarse racionalmente las cadenas productivas de las tres economías nacionales, el T-MEC perderá competitividad frente al motor económico de China, un país que viene creciendo a tasas de casi dos dígitos en promedio las últimas dos décadas.
Este crecimiento vertiginoso ha hecho que, en efecto, “mientras Canadá, Estados Unidos y México representamos 13 por ciento del mercado mundial, China domina 14.4 por ciento y este desnivel viene de hace apenas 30 años, pues en 1990 la participación de China era de 1.7 por ciento y de América del Norte, 13 por ciento”.
Fortalecer las cadenas de suministro de industrias como la automotriz, la electrónica y la de computación es indispensable para que el mercado de América del Norte no sea inundado por bienes manufacturados en los países de oriente, especializados en mejorar las innovaciones provenientes de Occidente.
Pero no sólo China y el sudeste asiático, sino también la Unión Europea pueden constituirse en competidores formidables del mercado de América del Norte, si en lugar de superar las diferencias internas, los sectores proteccionistas de los tres países se imponen a la necesidad de sumar fuerzas para disminuir costos de producción y apoyar a la economía menos desarrollada, la mexicana.
Más importante aún es diseñar e implementar medidas efectivas para mitigar los incesantes flujos migratorios del sur al norte, no sólo dificultando el tránsito, sino generando oportunidades de crecimiento, empleo y bienestar en los principales países expulsores.
Compartimos la postura del gobierno mexicano al plantear a los ejecutivos de Estados Unidos y Canadá no rechazar a los migrantes, sino construir una ruta para un flujo ordenado que aproveche esa mano de obra en sus economías, al tiempo de generar mejores condiciones de vida para los trabajadores y sus familias.
Es buen punto de arranque, como ya aceptó el gobierno de Estados Unidos, la premisa de atender las causas estructurales para que la migración sea opcional, y no forzada por las condiciones de vida en los países de origen.
Algunas opciones, insuficientes pero susceptibles de mejoramiento, son el compromiso suscrito por los presidentes de Estados Unidos, Joe Biden, y de México, Andrés Manuel López Obrador, de invertir en algunas entidades del sur del país, en el programa Sembrando Vida, en beneficio de 40 mil pequeños agricultores en una primera etapa, así como aplicar el programa Sembrando Oportunidades, cuyo alcance planea beneficiar a 540 mil personas de América Central.
También el hecho de que Estados Unidos quiera explorar la posibilidad de diseñar “avenidas legales de forma coordinada”, tanto en forma de programas de refugiados como de visados de trabajo temporal, o incluso el estatuto de protección temporal que ha otorgado Colombia a inmigrantes de naciones vecinas.
Es importante también el compromiso de impulsar la donación de vacunas a los países en desarrollo del continente, con especial acento en las naciones del Caribe, para frenar la pandemia de Covid-19, pero hubiera sido mejor acordar montos cuantitativos de Estados Unidos y Canadá, o mejor aún, un voto expreso en favor de dar acceso temporal a todo el mundo a las patentes de la vacuna, un monopolio hoy de las grandes empresas farmacéuticas.
También es de destacar el compromiso en favor del ambiente: “nuestras tres naciones se han unido al Compromiso Global del Metano, el cual tiene la intención de desarrollar una estrategia norteamericana para reducir las emisiones de metano y carbono negro”.
Nada sería mejor para nuestros países, sobre todo para México, llevar al terreno de los hechos, la declaración conjunta “Reconstruyendo Mejor Juntos: una América del Norte segura y próspera”, la hoja de ruta para implementar los acuerdos alcanzados entre México, Canadá y Estados Unidos: “Compartimos una visión de una América del Norte que permanezca como la región más competitiva y dinámica del mundo. Estamos empeñados en que la democracia produzca un mejor futuro para todas las personas, creando las condiciones de prosperidad, sustentabilidad, seguridad, y equidad, así como apoyando a los más marginalizados y vulnerables entre nosotros”.
Para dar contenido al espíritu de esta declaración conjunta, sería preciso comenzar por concretar el programa migratorio ofrecido por el presidente Biden que daría estatus regular de permanencia a entre 10 y 11 millones de inmigrantes, la mayoría de origen mexicano. También implementar un programa de fondo para incentivar el desarrollo en los principales países de donde hoy provienen los flujos migratorios.
La apuesta por una América del Norte más integrada y competitiva y un continente más desarrollado y justo tiene que transitar del espíritu positivo a las acciones concretas.